Una persona que vive la virtud de la Prudencia
La persona que vive la virtud de la Prudencia se distingue
porque en su trabajo
y en sus relaciones con los demás, recoge una información
que enjuicia interiormente de acuerdo con los criterios rectos y verdaderos.
Luego, analiza las consecuencias buenas o malas para sí misma y para los demás.
Por último, antes de tomar una decisión, actúa o deja de actuar, de acuerdo con
aquello que haya decidido.
La virtud de la Prudencia nos permite reflexionar
adecuadamente antes de tomar cualquier decisión. Para decidir, es necesario
reflexionar con calma para ver lo bueno o lo malo de esa decisión. Se trata de
analizar las consecuencias. La virtud de la prudencia es la que nos educa para
reflexionar bien y así, decidir bien.
Bien dicen que la Prudencia es la "madre de todas las
virtudes". Sin una buena reflexión no habrá buenas decisiones. Si se reflexiona
con superficialidad o equivocadamente, nada realmente de provecho se logrará en
la vida.
Si no se reflexiona bien, el pecado entrará en tu vida, pues
decidirás libremente seguirlo ya que no descubres la maldad que hay detrás de
él. Quedarás engañado y esclavizado.
La prudencia de los padres.
La vida de los padres no es fácil. Hay muchas
preocupaciones, actividades y dificultades que no nos permiten reflexionar con
calma ante las decisiones que hemos de tomar respecto a nuestros hijos.
Generalmente, vamos decidiendo según sean las circunstancias que nos rodean y
muchas veces no tomamos las mejores y oportunas decisiones.
Posiblemente los padres no tomen decisiones muy importantes
con sus hijos, pero sí toman pequeñas decisiones continuamente. Desde que los
hijos se levantan, deciden "mil y una" cosas pequeñas: qué se han de
vestir, qué han de desayunar, cómo arreglarlos, a qué hora salir para la
escuela, como corregirlos inmediatamente cuando desobedecen o se portan mal,…
Son ocasiones que requieren la intervención de los papás.
Pero, ¿saben los padres realmente qué quieren de sus hijos?
¿Conocen las consecuencias que tendrá tratarlos con dureza o demasiada
exigencia? ¿Saben realmente qué es lo mejor para ellos, lo que les ayudará a
ser personas maduras?
Cuando un padre desarrolla la virtud de la Prudencia, se
informa sobre aquellos detalles que realmente han de ser útiles para la
educación de sus hijos.
Distinguir entre qué es lo importante y lo que no.
Por ejemplo, si tu hijo se ha esforzado realmente por hacer
sus deberes de la escuela, con tenacidad y dedicación, pero en el exámen se
pone nervioso y lo hace mal. ¿Qué es lo más importante? ¿Haber sacado un ocho o
haberse esforzado aunque no haya sacado diez? ¿Acaso te preocupas más por las
cosas que no son importantes?
Los enemigos de la Prudencia
La precipitación:
Es decir, cuando se decide sin reflexionar, por las prisas o
los agobios.
¡Detente en el camino! Observa bien el mapa. Aprende a
distinguir por dónde has de avanzar. Si no lo piensas, te precipitarás y
tomarás decisiones imprudentes.
La debilidad de voluntad:
Cuando un padre de familia es débil de voluntad y se deja
llevar por sus estados de ánimo, enojos e impaciencias, no podrá reflexionar
bien antes de tomar las decisiones que se requieran. La falta de dominio
personal lleva a tomar decisiones imprudentes.
Las pasiones:
Si por un lado la debilidad de voluntad nos hace ser
imprudentes, las pasiones son el otro enemigo que entra en juego. Si no sé cómo
dominar esas pasiones, ellas me cegarán al tomar las decisiones. Nunca tomes
una decisión cuando estés bajo el dominio de una pasión.
¿Qué se necesita para ser prudente?
Reflexiona: Esfuérzate por pensar bien sobre lo que vas a
hacer. Analiza las consecuencias, responsabilízate de ellas, valora diferentes
opciones. No decidas lo primero que se te viene a la cabeza.
Posee valores: Para ser verdaderamente prudente, tenemos que
tener nuestros valores muy bien establecidos, como vimos en sesiones pasadas.
Si para mí no es un valor decir la verdad, ¿cómo seré prudente cuando me vea
tentado a mentir?
Conoce criterios rectos y verdaderos: Si soy cristiano, he
de conocer los criterios que Jesucristo quiere que yo viva en mi vida, para que
las decisiones que tome sean conforme a ellos. Por ejemplo, si no conozco ni
aprecio los mandamientos de la Ley de Dios, ¿cómo he de decidir ante las
circunstancias de la vida? ¿Cómo sabré si el divorcio, el adulterio o el aborto
son buenos o malos, si no conozco lo que Dios piensa de ellos? ¿Cómo podré ser
honrado,
honesto, veraz si desconozco los criterios del Señor sobre
ellos?
Acrecienta tu fuerza de voluntad: Sucederá que conoces qué
valores son los que te acercan a Dios, los criterios que el mismo Dios te da,
pero, ¿cómo decidir conforme a ellos si tienes una voluntad débil que se deja
vencer por las tentaciones? ¿Cómo vas a decidir luchar en contra del pecado si
tu voluntad es de papel? Y cuando las pasiones te ataquen, ¿cómo guardarás la
serenidad para reflexionar si tu voluntad es débil?
Capacidades hay que desarrollar en nuestros hijos para que
sean prudentes
- Que sepan observar bien: quien se detiene a observar,
podrá reconocer lo bueno y lo malo.
- Que sepan distinguir entre lo que sucedió y lo que dice la
gente que sucedió.
- Que sepan distinguir entre lo que es importante y lo que
no lo es.
- Que sepan buscar bien la información que les permitirá
decidir bien.
- Que sepan analizar lo que se les dice. Que no repitan de
memoria las cosas, sino que las entiendan.
- Que sepan analizar las consecuencias de algo que van a
decidir.
- Que sepan dominar sus enojos para que vean con serenidad
la realidad.
Si los padres de familia ayudan a sus hijos a que
reflexionen constantemente sobre lo que hacen y las consecuencias que traerán
sus decisiones, poco a poco se irán acostumbrando a reflexionar y a ser
prudentes.
En la Biblia, en (San Lucas 11, 38-42) verás a Marta y a
María, dos amigas de Jesús. Él las visita y María escucha la palabra del Señor.
Marta, en cambio, prefiere hacer los quehaceres de la casa. Jesús le dice:
"Marta, Marta, tú te inquietas y te preocupas por muchas cosas. En
realidad, una sola es necesaria. María escogió la parte mejor, que no le será
quitada".
Autor: Francisco Cardona
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