El signo principal de que estamos haciendo la voluntad de
Dios es la paz. Paz que no es una simple tranquilidad psicológica porque todo
va bien, sino una paz que es mucho más profunda, mucho más íntima. Esta paz se
percibe y se confirma especialmente cuando estoy en presencia de Dios, en la
oración. La paz del que hace la voluntad de Dios va acompañada de otros
elementos: un sentimiento interior de libertad (incluso cuando la voluntad de
Dios puede ser exigente, no se cumple como algo restringido o forzado, sino con
una motivación personal y libre), una cierta dilatación del corazón (el corazón
se hace grande en el deseo de amar a Dios más y más, en la ternura y bondad
hacia el prójimo), una alegría interior.
Dicho esto, el sentimiento de paz y aquello que lo acompaña
(libertad, amor, alegría) no siempre se siente intensamente, y esto es por
diferentes razones. A veces vivimos tiempos de pruebas, de tentaciones, de
preguntas y dudas, incluso tormentas interiores, que son normales en toda vida
espiritual y que hacen que, aunque seamos fieles a Dios y hagamos su voluntad,
no gocemos sensiblemente de esta paz. Pero estos tiempos de prueba son
pasajeros y la paz vuelve después de un tiempo, más profunda que antes.
Hay que saber también que no siempre podemos tener la
certeza absoluta de estar haciendo la voluntad de Dios. Habrá de repente
tiempos de "tantear" en la vida espiritual, tiempos de búsqueda, de
interrogación sobre nuestras decisiones, sin que tengamos siempre una respuesta
inmediata. La respuesta llegará algún día si tenemos buena voluntad, pero se necesita
tiempo. Por otra parte, Dios quiere que nos mantengamos pobres y pequeños,
siempre con deseos de progresar. Si alguien tuviera permanentemente la certeza
total de hacer la voluntad de Dios, podría tener el riesgo de caer en un cierto
orgullo o presunción, de estar demasiado seguro de sí mismo; a veces es mejor
para nosotros vivir en una cierta pobreza e incertidumbre, guardando
simplemente la buena voluntad. Dios nos da siempre luz para las decisiones
esenciales, pero eso no impide que haya una parte de oscuridad o de
interrogación en la comprensión de su voluntad.
Otras veces puede haber razones psicológicas que hacen que,
aunque estemos en la voluntad de Dios, el corazón no logre sentir paz: un
temperamento escrupuloso o demasiado inquieto, un periodo de depresión o de
angustia, etc.
De todo esto se derivan las siguientes consecuencias
prácticas:
- Cuando estamos en una paz estable y profunda, en general
es signo de que estamos en la voluntad de Dios. Pero hay que cuidar no caer en
la presunción; debemos mantenernos humildes y pequeños, sabiendo que no estamos
exentos de buscar comprender y cumplir cada vez mejor esta voluntad de Dios.
Hay que estar siempre en búsqueda... No con inquietud y tensión, obviamente,
sino con confianza y paz, deseando siempre y con fuerza avanzar.
- Si no se tiene esta paz hay que intentar comprender por
qué. A veces puede significar que no estoy en la voluntad de Dios. Otras veces
quiere decir que tengo demasiados escrúpulos, o que estoy en una fase de prueba
o de combate espiritual. Y otras veces es el demonio quien, para inquietarme y
desmotivarme, me acusa sin un motivo verdadero (en la Escritura, el demonio se
llama "acusador de los hermanos").
- Cuando no logremos ver claro por nosotros mismos, es bueno
pedir consejo a un orientador espiritual que pueda ayudarnos en nuestro discernimiento.
Cuando nos abrimos a una persona que conoce la vida espiritual, en general es
bastante fácil descubrir si la falta de paz viene de una infidelidad a Dios o
de otra causa.
Autor: P. Jacques Philippe; Publicado originalmente en http://www.la-oracion.com
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