«La templanza –afirma el Catecismo de la Iglesia Católica—
es la virtud moral que modera la atracción de los placeres y procura el
equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad
sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad. La
persona moderada orienta hacia el bien sus apetitos sensibles, guarda una sana
discreción y no se deja arrastrar “para seguir la pasión de su corazón” (Si 5,
2; cf. 37, 27-31)» .
De modo sintético, se expresa en este texto la naturaleza y
función de la templanza en la vida cristiana, es decir, el “vivir con
moderación” o sobriedad de que habla la Escritura (cf. Tit 2, 12). Se pone de
relieve además el sentido positivo de esta virtud -dirigida al dominio de uno
mismo- y de los apetitos sensibles, que pueden y deben ser orientados al bien.
En el lenguaje corriente la palabra “templanza” connota un
cierto matiz negativo.
Con frecuencia se entiende como freno, limitación o
represión de las energías vitales. Pero no era ese el significado propio del
término latino temperare (del que deriva la palabra templanza ): «hacer un todo
armónico de una serie de componentes dispares» . Este es el concepto sobre el
que los grandes maestros de la Teología han cimentado sus reflexiones sobre la
templanza . Los componentes dispares que se deben armonizar son la
“sensualidad”, la “pasión”, el “apetito”, que no pueden identificarse con
“sensualidad enemiga del espíritu”, “pasión desordenada” y “apetito irracional”.
Esas expresiones, «lejos de ser negativas, representaron fuerzas vitales para
la naturaleza humana, puesto que la vida del hombre consiste en el ejercicio y
desarrollo de esas energías» .
También en Santo Tomás tiene la templanza un sentido positivo.
Ya en el mismo comienzo del tratado de la templanza, afirma: «Es evidente que
la templanza no se opone a la inclinación natural del hombre, sino que actúa de
acuerdo con ella» .
El sentido más adecuado de templanza es el de inclinación,
tendencia o impulso . Su misión es recoger las fuerzas vitales de la persona y
encauzarlas de forma que se conviertan en fuente de energía para la verdadera
realización personal. «La templanza tiene un sentido y una finalidad, que es
hacer orden en el interior del hombre. De ese orden, y sólo de él, brotará
luego la tranquilidad de espíritu» .
Gracias a la templanza, las pasiones, en lugar de obnubilar
a la razón, colaboran con ella y con la voluntad en el discernimiento y la
realización del bien.
Autor: Tomás Trigo | Fuente: Catholic.net
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