Queremos
recordar que el Código De Derecho Canónico (1983) en el Título III. De los ministros sagrados
o clérigos en su inciso 284 afirma la obligatoriedad del traje eclesiástico:
«Los clérigos han de vestir un traje eclesiástico digno, según las normas dadas
por la Conferencia Episcopal y las costumbres legítimas del lugar.», Seguidamente
exponemos siete excelencias de la sotana condensadas de un escrito del ilustre
PADRE JAIME TOVAR PATRÓN.
1º - El recuerdo constante del sacerdote
1º - El recuerdo constante del sacerdote
Ciertamente que, una vez recibido el orden sacerdotal, no se olvida fácilmente. Pero nunca viene mal un recordatorio: algo visible, un símbolo constante, un despertador sin ruido, una señal o bandera. El que va de paisano es uno de tantos, el que va con sotana, no. Es un sacerdote y él es el primer persuadido. No puede permanecer neutral, el traje lo delata. O se hace un mártir o un traidor, si llega el caso. Lo que no puede es quedar en el anonimato, como un cualquiera. Y luego... ¡Tanto hablar de compromiso! No hay compromiso cuando exteriormente nada dice lo que se es. Cuando se desprecia el uniforme, se desprecia la categoría o clase que éste representa.
2º - Presencia de lo sobrenatural en el mundo
No cabe duda que los símbolos nos rodean por todas partes: señales, banderas, insignias, uniformes... Uno de los que más influjo produce es el uniforme. Un policía, un guardián, no hace falta que actúe, detenga, ponga multas, etc. Su simple presencia influye en los demás: conforta, da seguridad, irrita o pone nervioso, según sean las intenciones y conducta de los ciudadanos.
Una sotana siempre suscita algo en los que nos rodean. Despierta el sentido de lo sobrenatural. No hace falta predicar, ni siquiera abrir los labios. Al que está a bien con Dios le da ánimo, al que tiene enredada la conciencia le avisa, al que vive apartado de Dios le produce remordimiento.
Las relaciones del alma con Dios no son exclusivas del templo. Mucha, muchísima gente no pisa la Iglesia. Para estas personas, ¿qué mejor forma de llevarles el mensaje de Cristo que dejándoles ver a un sacerdote consagrado vistiendo su sotana? Los fieles han levantando lamentaciones sobre la desacralización y sus devastadores efectos. Los modernistas claman contra el supuesto triunfalismo, se quitan los hábitos, rechazan la corona pontificia, las tradiciones de siempre y después se quejan de seminarios vacíos; de falta de vocaciones. Apagan el fuego y luego se quejan de frío. No hay que dudarlo: la desotanización lleva a la desacralización.
3º - Es de gran utilidad para los fieles
El sacerdote lo es, no sólo cuando está en el templo administrando los sacramentos, sino las veinticuatro horas del día. El sacerdocio no es una profesión, con un horario marcado; es una vida, una entrega total y sin reservas a Dios. El pueblo de Dios tiene derecho a que lo asista el sacerdote. Esto se les facilita si pueden reconocer al sacerdote de entre las demás personas; si éste lleva un signo externo. El que desea trabajar como sacerdote de Cristo debe poder ser identificado como tal para el beneficio de los fieles y el mejor desempeño de su misión.
4º - Sirve para preservar de muchos peligros
¡A cuántas cosas se atreverán los clérigos y religiosos si no fuera por el hábito!
Esta advertencia, que era sólo teórica cuando la escribía el ejemplar religioso
P. Eduardo F. Regatillo, S. I., es hoy una terrible realidad.
Primero, fueron cosas de poco bulto: entrar en bares, sitios de recreo,
alternar con seglares, pero poco a poco se ha ido cada vez a más.
Los modernistas quieren hacernos creer que la sotana es un obstáculo para que
el mensaje de Cristo entre en el mundo. Pero, al suprimirla, han desaparecido
las credenciales y el mismo mensaje. De tal modo, que ya muchos piensan que al
primero que hay que salvar es al mismo sacerdote que se despojó de la sotana
supuestamente para salvar a otros.
Hay que reconocer que la sotana fortalece la vocación y disminuye las ocasiones de pecar para el que la
viste y los que lo rodean. De los miles (que abandonan el sacerdocio),
prácticamente ninguno abandonó la sotana el día antes de irse: lo habían hecho
ya mucho antes.
5º - Ayuda desinteresada a los demás
5º - Ayuda desinteresada a los demás
El pueblo cristiano ve en el sacerdote el hombre de Dios, que no busca su bien particular sino el de sus feligreses. La gente abre de par en par las puertas del corazón para escuchar al padre que es común del pobre y del poderoso. Las puertas de las oficinas y de los despachos por altos que sean se abren ante las sotanas y los hábitos religiosos. ¿Quién le niega a una monjita el pan que pide para sus pobres o sus ancianitos? Todo esto viene tradicionalmente unido a unos hábitos. Este prestigio de la sotana se ha ido acumulando a base de tiempo, de sacrificios, de abnegación. Y ahora, ¿se desprenden de ella como si se tratara de un estorbo?
6º - Impone la moderación en el vestir
La Iglesia preservó siempre a sus sacerdotes del vicio de aparentar más de lo
que se es y de la ostentación dándoles un hábito sencillo en que no caben los
lujos. La sotana es de una pieza (desde el cuello hasta los pies), de un color
(negro) y de una forma (saco). Los armiños y ornamentos ricos se dejan para el
templo, pues esas distinciones no adornan a la persona sino al ministro de Dios
para que dé realce a las ceremonias sagradas de la Iglesia.
Pero, vistiendo de paisano, le acosa al sacerdote la vanidad como a cualquier
mortal: las marcas, calidades de telas, de tejidos, colores, etc. Ya no está
todo tapado y justificado por el humilde sayal. Al ponerse al nivel del mundo,
éste lo zarandeará, a merced de sus gustos y caprichos. Habrá de ir con la moda
y su voz ya no se dejará oír como la del que clamaba en el desierto cubierto
por el palio del profeta tejido con pelos de camello.
7º - Ejemplo de obediencia al espíritu y legislación de la Iglesia
7º - Ejemplo de obediencia al espíritu y legislación de la Iglesia
Como uno que comparte el Santo Sacerdocio de Cristo, el sacerdote debe ser
ejemplo de la humildad, la obediencia y la abnegación del Salvador. La sotana
le ayuda a practicar la pobreza, la humildad en el vestuario, la obediencia a
la disciplina de la Iglesia y el desprecio a las cosas del mundo.
Vistiendo
la sotana, difícilmente se olvidará el sacerdote de su papel importante y su
misión sagrada o confundirá su traje y su vida con la del mundo.
Fuente:
Instituto del Verbo Encarnado
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