El
Maestro Ávila, patrón del clero español, es el iniciador de la ascética y de la
mística, es una joya desconocida para el gran público y olvidado para ciertos
sectores universitarios. Hombre culto de su época, con amplios conocimientos
bíblicos, patrísticos, teológicos y humanísticos. Fue reformador, pedagogo,
evangelizador y hasta inventor. Como predicador del Evangelio, gozó de fama de
buen comunicador en su tiempo. Llenaba las iglesias y las plazas, motivaba al
auditorio a la conversión a Jesucristo y a una vida cristiana más auténtica. Su
estilo era natural, elegante, cálido al modo paulino, y además repleto de
figuras atractivas de las que se valía para comunicar los grandes principios de
la fe a sabios y gentes sencillas. Si seguimos bien su magisterio, podríamos
sacar toda una serie de directrices de cómo predicar y evangelizar.
El llamado Apóstol de Andalucía, conjugó en su vida y acción
pastoral los dos momentos de la comunicación que nos habla el Mensaje de
Benedicto XVI para esta Jornada: silencio
y palabra. Él es un ejemplo vivo de cómo trasmitir la fe de la Iglesia en
tiempos de cambios y turbulencias. Su oratoria no era hueca, surgía de los
largos ratos de oración y del estudio, porque “al púlpito había que ir
templado” y con celo apostólico de “ganar las almas para Cristo”. Aquí radica,
aún hoy, la gran fuerza de convicción de sus sermones y escritos.
En el nuevo Doctor, se daban las cuatros condiciones de un buen
comunicador: Tenía algo que decir: “predicar sólo a Jesucristo”. Sabía decirlo, porque se preparaba y
poseía un sentido práctico de los temas. Poseía capacidad de sintonía con el
público, debido a que estaba atento a los problemas que vivía el pueblo. Por
último, cultivaba el arte de relacionarse con todos y en todo. También en esto
posee la eminens doctrina de la Comunicación y que tan necesaria
es para implantar la nueva evangelización en los escenarios del siglo XXI.
En la
actualidad los “pulpitos seculares” son los Medios de Comunicación
tradicionales y las Nuevas Tecnologías. Ha cambiado ciertamente el “soporte”,
pero no lo esencial de la comunicación, que tan brillantemente manejó el
sacerdote secular Juan de Ávila, y que continúa siendo perenne, universal y
actual. El Papa nos lo recuerda con estas palabras: “aprender a comunicar
quiere decir aprender a escuchar, a contemplar, además de hablar, y esto es
especialmente importante para los agentes de la evangelización: silencio y
palabra son los elementos esenciales e integrantes de la acción comunicativa de
la Iglesia, para un renovado anuncio de Cristo en el mundo contemporáneo”.
Autor: Juan del Río Martín, Arzobispo Castrense de
España
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