miércoles, 13 de junio de 2012

¡Ay de mí!




¡Ay de mí! ¡Cuántos religiosos abandonan el "túmulo de la vida contemplativa"... con judas traidor - que era ladrón y tenía su peculio (Jn 12, 6) - abandonan la escuela de Cristo (Jn 13, 29-30)... Domingo de Septuagésima

La tierra, que deriva del latín tero pisar, triturar, es el cuerpo de Cristo, que, como dice el profeta Isaías (53, 5), "fue triturado a causa de nuestros pecados". Domingo de Septuagésima

Y esta "tierra" (el cuerpo de Cristo) fue excavada y arada con los clavos y con la lanza; y de ella se dice: "La tierra excavada dará fruto a su tiempo. La carne de Cristo, traspasada, dará el reino de los cielos. Domingo de Septuagésima

En el firmamento, o sea, en Cristo ya glorificado con la resurrección, hubo dos lumbreras: el esplendor de la resurrección simbolizada por el sol, y la  incorruptibilidad de la carne simbolizada en la luna; pero hay que tener presente la condición del sol y de la luna antes de la caída de nuestros primeros padres, porque, por causa de su desobediencia, todas las criaturas soportan un daño. Domingo de Septuagésima

El sembrador es Cristo, o su predicador; la semilla es la palabra de Dios; el camino representa a los lujuriosos; la piedra, a los falsos religiosos; las espinas, a los avaros y a los usureros; la buena tierra, a los penitentes y a los justos. Domingo de Sexagésima

"Isaac" se interpreta "gozo", y es figura de Cristo, que es el gozo de los santos, los que -como dice Isaías- "alcanzarán gozo y alegría" (35, 10): gozo por la humanidad glorificada de Cristo, alegría por la visión de toda la Trinidad. Domingo de Sexagésima

En esta tierra de Gerar, o sea, en este mundo, Cristo sembró tres especies de semillas: la santidad de su vida ejemplar, la predicación del reino de los cielos, la realización de los milagros. Domingo de Sexagésima

Cristo, para el día del ardor, o sea, de su Pasión, con su espíritu de rigor, o sea, inflexible en sufrir la pasión, mientras colgaba de la cruz, meditó cómo pudiera derrotar al diablo, arrancar de su poder al género humano, y a los pecadores obstinados infligirles la pena eterna. Domingo de Sexagésima

Ahora, ya sabes con certeza que el sembrador es Cristo. Salió, pues, Cristo a sembrar su semilla; salió también para construir su iglesia, "con tablas cepilladas", o sea, con santos, puros y perfectos; y la calafateó con la brea de la misericordia y de la bondad, "por dentro" con el afecto, y "por fuera" mediante el ejercicio de las obras. Salió, pues, Cristo del seno del Padre y vino al mundo para sembrar y para construir su iglesia, en la cual se conservará una semilla que no se marchita, sino destinada a durar por los siglos de los siglos. Domingo de Sexagésima

Presta atención a las palabras: el mar, o sea, este mundo, lleno de amargura; es grande por las riquezas, y espacioso por los placeres, porque "espacioso es el camino que lleva a la muerte" (Mt 7, 13). Pero, ¿para quiénes? No ciertamente para los pobres de Cristo, que entran por la puerta estrecha, sino para, las manos de los usureros, que ya se adueñaron del mundo entero. Domingo de Sexagésima

Las sandalias son las obras muertas, que debes quitarte de los pies, o sea, de los afectos de tu mente, porque la tierra, o sea, la humanidad de Cristo, en la que estás por medio de la fe, es santa y te santifica a ti, pecador. Domingo de Quincuagésima

Vete, pues, o soberbio, a aquella tierra, considera a la humanidad de Cristo, observa su humildad y destruye la hinchazón de tu corazón. Domingo deQuincuagésima

En sentido alegórico, el pez es Cristo, asado por nosotros en la parrilla de la cruz. Domingo de Quincuagésima

El bocado es el momentáneo y pequeño placer de la carne, que debes mojar en el vinagre, o sea, en la amargura de la pasión de Cristo. Domingo de Quincuagésima

Cristo, en efecto, sólo por amor llevó a la cruz en su cuerpo el peso de nuestros pecados. Domingo de Quincuagésima

El hipócrita desprecia y escarnece al Señor: lo desprecia, cuando predica al Crucificado, pero no lleva las llagas del Crucificado; y lo escarnece, cuando se esconde bajo la gloria de la piel (apariencia), para poder engañar a los miembros de Cristo. Domingo de Quincuagésima

Autor: San Antonio de Padua


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