¡Ay de mí! ¡Cuántos religiosos
abandonan el "túmulo de la vida contemplativa"... con judas traidor -
que era ladrón y tenía su peculio (Jn 12, 6) - abandonan la escuela de Cristo
(Jn 13, 29-30)... Domingo de Septuagésima
La tierra, que deriva del latín tero
pisar, triturar, es el cuerpo de Cristo, que, como dice el profeta Isaías (53,
5), "fue triturado a causa de nuestros pecados". Domingo de Septuagésima
Y esta "tierra" (el cuerpo
de Cristo) fue excavada y arada con los clavos y con la lanza; y de ella se
dice: "La tierra excavada dará fruto a su tiempo. La carne de Cristo, traspasada,
dará el reino de los cielos. Domingo de Septuagésima
En el firmamento, o sea, en Cristo ya glorificado
con la resurrección, hubo dos lumbreras: el esplendor de la resurrección simbolizada
por el sol, y la incorruptibilidad de la
carne simbolizada en la luna; pero hay que tener presente la condición del sol y
de la luna antes de la caída de nuestros primeros padres, porque, por causa de
su desobediencia, todas las criaturas soportan un daño. Domingo de Septuagésima
El sembrador es Cristo, o su
predicador; la semilla es la palabra de Dios; el camino representa a los
lujuriosos; la piedra, a los falsos religiosos; las espinas, a los avaros y a
los usureros; la buena tierra, a los penitentes y a los justos. Domingo de Sexagésima
"Isaac" se interpreta
"gozo", y es figura de Cristo, que es el gozo de los santos, los que
-como dice Isaías- "alcanzarán gozo y alegría" (35, 10): gozo por la
humanidad glorificada de Cristo, alegría por la visión de toda la Trinidad.
Domingo de Sexagésima
En esta tierra de Gerar, o sea, en
este mundo, Cristo sembró tres especies de semillas: la santidad de su vida
ejemplar, la predicación del reino de los cielos, la realización de los
milagros. Domingo de Sexagésima
Cristo, para el día del ardor, o sea,
de su Pasión, con su espíritu de rigor, o sea, inflexible en sufrir la pasión,
mientras colgaba de la cruz, meditó cómo pudiera derrotar al diablo, arrancar
de su poder al género humano, y a los pecadores obstinados infligirles la pena eterna.
Domingo de Sexagésima
Ahora, ya sabes con certeza que el sembrador
es Cristo. Salió, pues, Cristo a sembrar su semilla; salió también para construir
su iglesia, "con tablas cepilladas", o sea, con santos, puros y
perfectos; y la calafateó con la brea de la misericordia y de la bondad,
"por dentro" con el afecto, y "por fuera" mediante el
ejercicio de las obras. Salió, pues, Cristo del seno del Padre y vino al mundo
para sembrar y para construir su iglesia, en la cual se conservará
una semilla que no se marchita, sino destinada a durar por los siglos de los siglos.
Domingo de Sexagésima
Presta atención a las palabras: el
mar, o sea, este mundo, lleno de amargura; es grande por las riquezas, y
espacioso por los placeres, porque "espacioso es el camino que lleva a la
muerte" (Mt 7, 13). Pero, ¿para quiénes? No ciertamente para los pobres de
Cristo, que entran por la puerta estrecha, sino para, las manos de los
usureros, que ya se adueñaron del mundo entero. Domingo de Sexagésima
Las sandalias son las obras muertas,
que debes quitarte de los pies, o sea, de los afectos de tu mente, porque la
tierra, o sea, la humanidad de Cristo, en la que estás por medio de la fe, es
santa y te santifica a ti, pecador. Domingo de Quincuagésima
Vete, pues, o soberbio, a aquella
tierra, considera a la humanidad de Cristo, observa su humildad y destruye la hinchazón
de tu corazón. Domingo deQuincuagésima
En sentido alegórico, el pez es
Cristo, asado por nosotros en la parrilla de la cruz. Domingo de Quincuagésima
El bocado es el momentáneo y pequeño placer
de la carne, que debes mojar en el vinagre, o sea, en la amargura de la pasión de
Cristo. Domingo de Quincuagésima
Cristo, en efecto, sólo por amor llevó
a la cruz en su cuerpo el peso de nuestros pecados. Domingo de Quincuagésima
El hipócrita desprecia y escarnece al
Señor: lo desprecia, cuando predica al Crucificado, pero no lleva las llagas
del Crucificado; y lo escarnece, cuando se esconde bajo la gloria de la piel
(apariencia), para poder engañar a los miembros de Cristo. Domingo de Quincuagésima
Autor: San Antonio de Padua
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