De la pasión y muerte
de Cristo a la resurrección... ¿Cómo ha expresado la música esta victoria del
Hijo de Dios sobre la muerte?
--Mons. Frisina: Tenemos muchos ejemplos. En particular, me gustaría mencionar una que sintetiza una gran experiencia de la música europea: la Misa en si menor de Bach.
Bach, un luterano, escribió una misa católica, creando episodios de una carga extraordinaria y de una profundidad única, siguiendo los artículos del credo. En el Et incarnatus est o en el Crucifixus, por ejemplo, podemos ver claramente cómo Bach fue capaz de expresar el dolor interior con una compostura y una sorpresa únicas. O la explosión del Et Resurrexit, todo en estilo barroco, con las trompetas al estilo de Bach, llenas de una vivacidad sorprendente.
Muchos autores se han inspirado también en el acontecimiento de la resurrección. Algunos autores barrocos lo han descrito como un esplendor, o más bien como un "chisporroteo" musical; otros del siglo XX, sin embargo, han visto en ello páginas estáticas, en el que la luz y la visión del Cristo resucitado se hace con sonidos suspendidos y luminosos.
¿La música ha facilitado entonces la transmisión de la fe a través de los siglos?
Mons. Frisina: Se ha hecho mucho. Incluso ahora, la música es una gran herramienta, ya que comunica lo que las palabras no pueden decir ni expresar. Esta toca al alma en el punto donde se une al inconsciente, a los recuerdos, al pensamiento, incluso a lo más oculto que llevamos dentro, y que las notas musicales pueden hacer aflorar. En la música también hay una estructura, una armonía, que ayudan a la comprensión de una idea. Esto se da especialmente en los grandes autores como Bach o Palestrina, en cuyas obras hay un orden maravilloso, voces que se siguen, se entrelazan, permaneciendo distintas sin embargo, en una armonía superior que las une. Por lo tanto, es un placer espiritual extraordinario que revela también la armonía de un concepto...
Pasando de la historia de la música a su historia personal: ¿cómo nace la vocación por este arte?
Mons. Frisina: Yo era un niño, y como cualquier niño de 5 o 6 años iba con mis padres a la iglesia, donde en aquella época escuchaba los cantos en latín. Hubo algunos momentos que me llamaron la atención increíblemente, tanto que aún hoy lo recuerdo, como era la adoración eucarística con el Tantum ergo de Perosi.
Una vez crecido, empecé a estudiar música, entré en el conservatorio y luego en el seminario. Ha permanecido en mi, digamos, una especie de eco de los muchos momentos vividos de niño, que en cierto sentido me habían condicionado de tal modo, que incluso ahora me tocan.
Si tuviera que describir en una frase lo que es la música para usted, ¿qué diría?
Mons. Frisina: Es tal vez la forma más poderosa y extraordinaria de comunicarse, ya que no se necesita traducción. Puede ser seguida en China, en África, en América del Sur o en Alemania. Algunas de mis composiciones se ejecutan en partes del mundo en los que no pensé jamás que iba a llegar y lo sorprendente es que se entiende de la misma forma. Es un arma extraordinaria, es decir, una manera de decir muchas cosas, especialmente aquella más hermosa que los cristianos tenemos y que es el evangelio.
Además de la fe, por supuesto, de los evangelios y de los textos sagrados, ¿dónde y cómo encuentra la inspiración para sus obras?
Mons. Frisina: A partir del texto o de aquello que el contenido me inspira. Cada cosa o persona tiene una música, porque Dios le dio a cada criatura su propio sonido. El hombre, que es imagen y semejanza de Dios, tiene una percepción de esta música del universo, como dice el salmo 18: "Los cielos cuentan la gloria de Dios, no hay una palabra de la que no se oiga el sonido".
El músico es entonces el que está allí para escuchar y encontrar la inspiración de las cosas, de las personas, de los acontecimientos, de los textos bellísimos, de la palabra de Dios especialmente, en un mundo hecho de emociones e intuiciones.
Por ejemplo, el papa en la Misa Crismal del Jueves Santo, dijo cosas maravillosas que mentalmente me inspiraban una música. Se sentía su pasión, su sufrimiento de llevar el peso de toda la Iglesia y al mismo tiempo, su amor por Cristo y el modo en que trataba de decírnoslo. Basta escuchar todo eso y luego transformarlo con las notas. Sé que es un poco "misterioso", ¡pero esta es la música!
¿A qué está dedicado ahora?
Monseñor Frisina: Estoy trabajando en tres proyectos diferentes que van a salir en el Año de la Fe. Uno de ellos es un proyecto de cantos latinos, encargado por varios editores y que saldrá en Navidad con el nombre de Incarnatus est. Otro dedicado a los niños, que consiste en once parábolas que hablan de cómo Jesús narraba la fe y saldrá en Pascua. El último, por otro lado, es una colección de canciones en italiano. Espero que en este año de la fe podamos cantar la fe no sólo con la música, sino más bien con nuestra propia vida.
--Mons. Frisina: Tenemos muchos ejemplos. En particular, me gustaría mencionar una que sintetiza una gran experiencia de la música europea: la Misa en si menor de Bach.
Bach, un luterano, escribió una misa católica, creando episodios de una carga extraordinaria y de una profundidad única, siguiendo los artículos del credo. En el Et incarnatus est o en el Crucifixus, por ejemplo, podemos ver claramente cómo Bach fue capaz de expresar el dolor interior con una compostura y una sorpresa únicas. O la explosión del Et Resurrexit, todo en estilo barroco, con las trompetas al estilo de Bach, llenas de una vivacidad sorprendente.
Muchos autores se han inspirado también en el acontecimiento de la resurrección. Algunos autores barrocos lo han descrito como un esplendor, o más bien como un "chisporroteo" musical; otros del siglo XX, sin embargo, han visto en ello páginas estáticas, en el que la luz y la visión del Cristo resucitado se hace con sonidos suspendidos y luminosos.
¿La música ha facilitado entonces la transmisión de la fe a través de los siglos?
Mons. Frisina: Se ha hecho mucho. Incluso ahora, la música es una gran herramienta, ya que comunica lo que las palabras no pueden decir ni expresar. Esta toca al alma en el punto donde se une al inconsciente, a los recuerdos, al pensamiento, incluso a lo más oculto que llevamos dentro, y que las notas musicales pueden hacer aflorar. En la música también hay una estructura, una armonía, que ayudan a la comprensión de una idea. Esto se da especialmente en los grandes autores como Bach o Palestrina, en cuyas obras hay un orden maravilloso, voces que se siguen, se entrelazan, permaneciendo distintas sin embargo, en una armonía superior que las une. Por lo tanto, es un placer espiritual extraordinario que revela también la armonía de un concepto...
Pasando de la historia de la música a su historia personal: ¿cómo nace la vocación por este arte?
Mons. Frisina: Yo era un niño, y como cualquier niño de 5 o 6 años iba con mis padres a la iglesia, donde en aquella época escuchaba los cantos en latín. Hubo algunos momentos que me llamaron la atención increíblemente, tanto que aún hoy lo recuerdo, como era la adoración eucarística con el Tantum ergo de Perosi.
Una vez crecido, empecé a estudiar música, entré en el conservatorio y luego en el seminario. Ha permanecido en mi, digamos, una especie de eco de los muchos momentos vividos de niño, que en cierto sentido me habían condicionado de tal modo, que incluso ahora me tocan.
Si tuviera que describir en una frase lo que es la música para usted, ¿qué diría?
Mons. Frisina: Es tal vez la forma más poderosa y extraordinaria de comunicarse, ya que no se necesita traducción. Puede ser seguida en China, en África, en América del Sur o en Alemania. Algunas de mis composiciones se ejecutan en partes del mundo en los que no pensé jamás que iba a llegar y lo sorprendente es que se entiende de la misma forma. Es un arma extraordinaria, es decir, una manera de decir muchas cosas, especialmente aquella más hermosa que los cristianos tenemos y que es el evangelio.
Además de la fe, por supuesto, de los evangelios y de los textos sagrados, ¿dónde y cómo encuentra la inspiración para sus obras?
Mons. Frisina: A partir del texto o de aquello que el contenido me inspira. Cada cosa o persona tiene una música, porque Dios le dio a cada criatura su propio sonido. El hombre, que es imagen y semejanza de Dios, tiene una percepción de esta música del universo, como dice el salmo 18: "Los cielos cuentan la gloria de Dios, no hay una palabra de la que no se oiga el sonido".
El músico es entonces el que está allí para escuchar y encontrar la inspiración de las cosas, de las personas, de los acontecimientos, de los textos bellísimos, de la palabra de Dios especialmente, en un mundo hecho de emociones e intuiciones.
Por ejemplo, el papa en la Misa Crismal del Jueves Santo, dijo cosas maravillosas que mentalmente me inspiraban una música. Se sentía su pasión, su sufrimiento de llevar el peso de toda la Iglesia y al mismo tiempo, su amor por Cristo y el modo en que trataba de decírnoslo. Basta escuchar todo eso y luego transformarlo con las notas. Sé que es un poco "misterioso", ¡pero esta es la música!
¿A qué está dedicado ahora?
Monseñor Frisina: Estoy trabajando en tres proyectos diferentes que van a salir en el Año de la Fe. Uno de ellos es un proyecto de cantos latinos, encargado por varios editores y que saldrá en Navidad con el nombre de Incarnatus est. Otro dedicado a los niños, que consiste en once parábolas que hablan de cómo Jesús narraba la fe y saldrá en Pascua. El último, por otro lado, es una colección de canciones en italiano. Espero que en este año de la fe podamos cantar la fe no sólo con la música, sino más bien con nuestra propia vida.
Autor:
Salvatore Cernuzio | Fuente:
zenit.org
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