El término fidelidad reenvía a la amistad, al amor, a una relación entre
personas. El porqué de la ‘fidelidad a la oración’ podría tener respuesta en
otra pregunta: ¿Por qué la oración?
• “La oración, ardor del corazón hacia Dios”,
nos coloca ante lo esencial de la vida espiritual: volverse hacia Dios, entrar
en relación con El. Es un medio para buscar su presencia, mantenerse en ella y
mantener una intimidad con El. Como a los amigos les gusta estar juntos y
charlar, hacer de El nuestro Compañero de ruta y no estar jamás “solos”.
• Podrá incluso suceder, si lo queremos y deseamos,
que esta amistad creciente se cambie por un sentimiento más fuerte, más
profundo e íntimo, para lograr un corazón a corazón con Aquel que quiere
atraernos siempre hacia El. Desde el principio de la Revelación en el libro del
Éxodo (34, 6), Dios se da a conocer como un “Dios lleno de amor y
fidelidad”. Este amor, “Yo te he amado con un amor eterno” (Jer. 31, 3),
lo inscribe en una “alianza” anunciada y recordada por los profetas: (Is. 55,
3); (Jr. 32, 40); (Baruc 2, 35). Y Jesús, durante toda su vida “manifestó” la
suprema profundidad y grandeza de este amor de Dios y selló esta alianza con la
donación de su vida en la cruz.
• El amor llama al amor, lo suscita incluso. En
consecuencia estamos llamados a vivir una historia de amor. Ante este amor qué
respuesta dar sino una respuesta de amor y así entrar en esta “alianza” con El.
“Ese día, dice el Señor, me llamarás ‘mi esposo’ y ya no ‘mi maestro’. Tú serás mi prometida para siempre. Serás mi prometida y te daré fidelidad y conocerás al Señor”. Estas palabras del profeta Oseas (2, 18; 21-22) evocan el amor de Dios hacia su pueblo, comparándolo a una alianza conyugal entre un hombre y una mujer. Utiliza un vocabulario cercano a nuestras realidades humanas para significar con él la misma dimensión, personal, única, para cada uno de nosotros. Estamos llamados a esta relación de amor. Empieza desde este momento, desde aquí mismo, y encontrará su cumplimiento en el encuentro definitivo con El.
• La oración es un esfuerzo que requiere al
principio esfuerzo en el “querer”, luego perseverancia porque a menudo nos
llaman de todas partes. “Al trabajo, al trabajo”, exhortaba Pauline-Marie
Jaricot, “para grabar en primer lugar en nuestros corazones, por la meditación,
el amor de Jesús en sus misterios”. Establecidos en el amor encontraremos
nuestra alegría en la fidelidad a estos momentos de encuentro con el “Bien
Amado”.
Fidelidad a la oración personal cotidiana.
Fidelidad a la oración personal cotidiana.
“Cuando vayas a rezar, entra en tu habitación y
reza a tu Padre que está en lo secreto” (Mt. 6. 6).
Como con un amigo, fijemos una cita, una hora para
este encuentro. Día a día, hacer oración y meditar uno de los 20 misterios del
Rosario. Este “poco” pedido en los Equipos del Rosario está al alcance de
todos. En las 10 Ave Marías, 10 veces bendecimos al Señor, alabando a Dios en
cada uno de los misterios de la Encarnación. Unidos al Señor, unidos por su
Espíritu, lo estamos también con los miembros de nuestro Equipo. Y rezando cada
día los unos con y por los otros, el Señor nos hace hermanos y hermanas.
Fidelidad a la oración mensual.
Fidelidad a la oración mensual.
“Allí donde dos o tres están reunidos en mi
nombre, estoy yo en medio de ellos” (Mt. 18, 20). El encuentro mensual con
los miembros del Equipo nos permite vivir esta dimensión comunitaria de la
oración como otro lugar de la presencia del Señor, presente en nuestros
hermanos y hermanas. Lugar donde nos quiere para repartir sus gracias y
hacernos crecer en el amor fraterno, a imagen de la primera comunidad
cristiana: “Todos con un solo corazón eran ‘fieles’ a la oración, con
algunas mujeres y María, la Madre de Jesús y con sus hermanos (Hechos 1, 14).
Por eso, con María Virgen fiel y sostenidos por
ella, no faltemos a la cita con el Amor.
Autor: Anne-Marie Nas
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