HECHOS
Estamos empezando la Cuaresma. Para algunos, nada
significa; su vida sigue igual. Para otros, es ocasión de carnavales previos,
donde predominan excesos, inmoralidades, negocios, turismo, pero nada de
revisar costumbres y actitudes, para resucitar con Cristo a una nueva forma de
ser y de actuar.
Unas personas recuerdan tiempos idos, cuando los
papás exigían a los hijos hacer algún sacrificio, como no comer golosinas, o
ponerse una piedrita en el zapato. Se puede reducir este tiempo sólo a
actividades exteriores, como tomar ceniza, no comer carne los viernes, ayunar
en miércoles de ceniza y viernes santo, dejar de comer pan o tortillas, no
fumar o beber, abstenerse de alguna telenovela, etc. Esto vale y no es
despreciable, pues Jesús pasó cuarenta días en el desierto en plan de
austeridad, y estos sacrificios corporales son una forma de unirnos a la pasión
redentora de Jesús y de aprender a dominar nuestro cuerpo, para vencer las
tentaciones. Sin embargo, el tiempo de Cuaresma tiene un sentido más profundo.
CRITERIOS
El Papa Benedicto XVI nos envió un mensaje, del que
comparto algunos pasajes: “La Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad
de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad. Este año
deseo proponer algunas reflexiones a la luz de un breve texto bíblico tomado de
la Carta a los Hebreos: «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la
caridad y las buenas obras» (10,24).
El verbo que abre nuestra exhortación invita a
fijar la mirada en el otro, ante todo en Jesús, y a estar atentos los unos a
los otros, a no mostrarse extraños, indiferentes a la suerte de los hermanos.
Sin embargo, con frecuencia prevalece la actitud contraria: la indiferencia o
el desinterés, que nacen del egoísmo, encubierto bajo la apariencia del respeto
por la «esfera privada». También hoy resuena con fuerza la voz del Señor que
nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro. Hoy Dios nos sigue
pidiendo que seamos «guardianes» de nuestros hermanos (cf. Gn 4,9), que
entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado reciproco, por la atención
al bien del otro y a todo su bien. Si cultivamos esta mirada de fraternidad, la
solidaridad, la justicia, así como la misericordia y la compasión, brotarán
naturalmente de nuestro corazón.
La atención al otro conlleva desear el bien para él
o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual. Interesarse por
el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades. ¿Qué es lo que impide
esta mirada humana y amorosa hacia el hermano? Con frecuencia son la riqueza
material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las
propias preocupaciones a todo lo demás. Una sociedad como la actual puede
llegar a ser sorda, tanto ante los sufrimientos físicos, como ante las
exigencias espirituales y morales de la vida. En la comunidad cristiana no debe
ser así. Nuestra existencia está relacionada con la de los demás, tanto en el
bien como en el mal; tanto el pecado como las obras de caridad tienen también
una dimensión social. La caridad para con los hermanos, una de cuyas
expresiones es la limosna —una típica práctica cuaresmal junto con la oración y
el ayuno—, radica en esta pertenencia común. Todos han de sentir la urgencia de
ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras. Esta
llamada es especialmente intensa en el tiempo santo de preparación a la
Pascua”.
PROPUESTAS
Tu Cuaresma, para que sea auténtica, te ha de
impulsar a transfigurarte en Cristo. El se retira a la soledad del desierto,
para comunicarse con su Padre. Apoyado en la Palabra de Dios, vence las
tentaciones e inicia su servicio a los que sufren.
Haz el esfuerzo de privarte del ruido y de las
distracciones que te enajenan; entra en ti y reflexiona en tu vida a la luz de
la Biblia; sacrifica tu comer y beber; dedica tiempo a la oración, en tu casa o
ante el Sagrario. Sobre todo, vence tus cadenas de pecado y haz algo o mucho
por los demás, por tus familiares que sufren y por tantos pobres que esperan
una mano cercana y un corazón generoso. Así, resucitarás y serás una persona
transformada.
Escrito
por Mons. Felipe Arizmendi Esquive , Obispo de San Cristóbal de Las Casas,
México.
Los enfermos son nuestros amos y señores.
Los enfermos son la pupila y el corazón de Dios.
Los enfermos son la herencia y el patrimonio de Cristo.
El que sirve a los enfermos, sirve y cuida a Cristo nuestro Redentor.
El hospital es el jardín perfumado y delicioso de la caridad.
Entre las obras de caridad cristiana ninguna agrada más a Dios que la del
servicio a los pobres enfermos.
Bienaventurado y dichoso el servidor de los enfermos que gasta su vida en
este santo oficio con las manos metidas en la pasta de la caridad.
Dichosos vosotros que tenéis tan buena ocasión de servir a Dios a la
cabecera de los enfermos.
Dichosos vosotros si podéis ir acompañados al tribunal de Dios por una
lágrima, un suspiro o una bendición de estos pobres enfermos.
Sirvan al enfermo como una madre sirve a su único hijo enfermo.
Autor: San Camilo
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