Ella no se contenta con estudiar la superficie. Como el médico, que no descansa hasta
descubrir la causa de la enfermedad, así ella profundizó y llegó hasta el
origen, hasta el pecado original. El
hombre, esto es, Adán, dejó a Dios de lado y se proclamó dueño de todo.
Se convirtió así en padre de Caín, provocó el
diluvio y construyó la Torre de Babel.
Enturbió el agua de la vida y atascó su fuente. Las fuerzas de la muerte, vencidas por la
Palabra de Dios el día de la Creación, volvieron a dominar al mundo, y la vida
casi perdió la alegría de ser vivida. La
vida volvió a ser oscura, inundada y desierta. Eso era lo que sucedía en tiempos de Abraham y
en tiempos del pueblo del cautiverio.
Esto es lo que está sucediendo, hasta hoy, en la vida de tantos.
He aquí el resumen del resultado a que llegó:
1. Señales de la enfermedad: ausencia de fraternidad, que
se manifiesta en el odio, en la muerte violenta y en la venganza, en la magia y
en la superstición, en el uso interesado de Dios y de la religión, en la
injusticia y en la explotación del uno por el otro.
2. Indicaciones sobre la causa de la enfermedad:
pretensión del hombre de ser dueño de la vida y del hermano, y deseo de ser
famoso.
3. Causa de la enfermedad: rebelión contra Dios, que tiene
dos aspectos: 1) pretensión absurda de ser igual que Dios; 2) excluir a Dios
para ocupar su lugar como dueño del mundo y de la vida.
4. Resultado de la enfermedad: la vida separada de Dios y
Dios separado de la vida; desorden total de la vida del pueblo, marcada por
"tinieblas", "desierto" y "aguas violentas".
5. El remedio que cura la enfermedad: oír la Palabra de
Dios, creer en ella, practicarla y dejarse guiar por ella en nuestro caminar.
6. Objeto del remedio: arreglar el mundo y restablecer el
orden a favor de la vida. El verdadero orden surge cuando damos a Dios el lugar
de Padre y a los otros el lugar de hermanos.
7. Uso del remedio: el remedio es gratuito, pero su
aplicación exige gran esfuerzo. Quien lo usa, debe combatir contra las fuerzas
del desorden contrarias a la vida; no puede colaborar con Caín, ni con la gente
del diluvio, ni con los que construyen la Torre de Babel. Además, debe combatir
dentro de sí mismo la absurda pretensión de ser dueño de la vida. En lugar de
dominar, debe servir. Por fin no puede permanecer pasivo, esperando la curación,
como si viniese gratis y como una limosna. Debe comenzar a reaccionar y a
caminar.
La aplicación del remedio va a aparecer en la historia de
la bendición, que comienza con la ocación de Abraham en el capítulo 12 del
Génesis. Abraham va a ser llamado para destruir la tapadera de la maldición,
para recuperar la bendición de Dios y reconstruir, así, la vida que el propio
hombre había dañado.
Para la Biblia, la Palabra de Dios es importante. Sin ella la vida se hace imposible. Sólo ella tiene la fuerza suficiente para
vencer a las fuerzas de la maldición que corrompen la vida. Ella es la que produce el orden verdadero,
orden en el que los hombres pueden vivir en paz, unidos entre sí como hermanos,
hijos del mismo Padre, en la casa del mundo, preparada por Dios con tanto
cariño. La tarea principal de Abraham va a ser: aceptar esta palabra, creer en
ella, practicarla y dejarse guiar por ella en la construcción de la
fraternidad.
Autor: Carlos Mesters
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