Dios te mira, seas quien seas. Y «te llama por tu nombre»
(Jn 10,3). Te ve y te comprende, él que te ha hecho. Todo lo que hay en ti, lo
sabe: todos tus sentimientos, tus pensamientos, tus inclinaciones, tus gustos,
tu fuerza y tu debilidad... No es solamente porque formas parte de su creación,
él que se preocupa incluso de los gorriones (Mt 10,29), sino porqué tú eres un
hombre rescatado y santificado, su hijo adoptivo, gozando en parte de esta
gloria y de esta bendición que eternamente él derrama sobre el Hijo único.
Tú has sido
escogido para ser su propiedad... Tú eres uno de aquellos por quienes Cristo ha
ofrecido al Padre su última plegaria y la ha sellado con su sangre preciosa.
¡Qué pensamiento tan sublime, un pensamiento casi demasiado grande para nuestra
fe ! Cuando nos detenemos a reflexionarlo, ¿cómo no reaccionar como Sara que se
ha reído de una tan gran maravilla y, al mismo tiempo, de confusión? (Gn
18,12). «¿Qué es el hombre», quienes somos nosostros, quien soy yo, para que el
hijo de Dios «se acuerde tanto de nosotros?» (Sl 8,5) ¿Quién soy yo... para que
me haya renovado totalmente..., y para que haga de mi corazón su morada?
Autor: Beato John Henry Newman
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