miércoles, 8 de agosto de 2012

La función Intermediaria de la Imaginación






Se considera a la imaginación como una facultad intermedia, puesto que está a “medio camino” entre la sensibilidad y la inteligencia. Merced a la conservación y retención de las especies formales que informan a la facultad imaginativa, el conocimiento sensible, tanto externo como interno en sus diversos niveles, (sensación, percepción, imaginación, memoria, estimativa…), no se desvincula ni separa del conocimiento intelectual, sino que prosigue y continua hacia ese nivel superior. El desconocer esta intermediación retentiva y atesorante de los sentidos por parte de la imaginación, que nos permite ascender al nivel del intelecto racional, podría explicar, entre otras causas, la escisión cartesiana entre el pensamiento y el conocimiento sensible, y que ha sido el hilo conductor de toda una serie de planteamientos filosóficos de estos dos últimos siglos. 

Nietzsche, por ejemplo; sostendrá que el conocimiento fluyente y cambiante de la realidad, lo obtenemos a través de la intuición sensible, o bien, como sostendrá Bergson, a través de la intuición imaginativa. Mediante esta moderna instauración nominalista, sostendrán que el conocimiento de lo real no se obtiene mediante la razón, si no por medio de la espontaneidad intuitiva. Para estos filósofos, el intento de captar la realidad a través de los conceptos elaborados por el intelecto, supone violentar la corriente fluyente de lo vital sumergida en la duración sucesiva de los instantes temporales, mediante esquemas rígidos y esclerotizados, Si la intuición sensible o imaginativa es capaz de penetrar y conocer la esencia transformadora de lo vitalmente real, la razón, en cambio, es impotente para ello. El mismo Unamumo verá a la razón como escindida de la vida real, puesto que lo vital es irracional y lo racional es antivital (12). 

Estas rupturas y escisiones, al poner en quiebra la función operativa del conocimiento humano para integrar el pensamiento y la vida, se convierten en cobros epistemológicos que el conocimiento se ve incapaz de asumir para conseguir su esencial armonía. El balance negativo de esa deuda, se debe atribuir al desconocimiento de la función intermediadora de la imaginación y la confusión de los niveles jerárquicos de nuestro proceso cognoscitivo. 

Polo muestra con gran lucidez, que Brentano, al no tener en cuenta la función de la conciencia sensible como la operación de sentir los actos de la sensibilidad externa, desconoce la intencionalidad de la conciencia respecto del nivel inferior de estos sensibles, y en consecuencia, tampoco tiene en cuenta la función conservadora y retentiva de la facultad imaginativa respecto de las especies sensibles percibidas y su ascensión al nivel de la imaginación. Debido a ello, la conciencia permanece curvada sobre sí misma, encerrada en sus abstractas reflexiones, abriendo un proceso de autoreflexión infinita respecto de los contenidos percibidos que nunca se detiene en el plano de esta misma conciencia (sentir que se siente que se siente…etc.) en una trayectoria inacabable. En este proceso la conciencia realiza un agotador proceso intencional, mediante una interminable reiteración de actos iguales y sucesivos que se neutralizan entre sí, con lo que el conocimiento queda frustrado y fuera de lugar, sin coincidir nunca consigo. 

Para evitar ser apresado en este inacabable e infinito proceso de la conciencia Brentano fundará la intencionalidad del principio de conciencia, no en el proceso ascensional de la operación cognoscitiva, sino en la realidad empírica del sujeto percipiente, estableciendo con ello, una extraña y confusa mezcla entre la operación de conocer y las demás operaciones del sujeto, confusión que diluye la intrínseca nitidez del acto de conocimiento, involucrándolo en una serie de instancias de índole empírica y voluntarista que enturbia y hace confuso el conocer como acto y su congruencia formal con lo conocido. Si la imaginación, es el “movimiento” que faculta que las impresiones sensibles sean conservadas y reproducidas en el acto de imaginar, no se da entonces ningún proceso prolongado y reiterado infinitamente como supone Brentano, sino que lo que se produce es un proceso en el que la percepción es proseguida y continuada por la imaginación, seguida por la inteligencia que asume el proceso al infinito mediante su propia operatividad. La ascensión jerárquica del conocimiento humano resuelve la aparente aporía del proceso al infinito que plantea infundadamente Brentano. 



Autor: Lluis Pifarré | Fuente: arvo 

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