«El hombre no puede nada sin la gracia.
Depende absolutamente de Dios, a quien debe orar, y de Cristo, su
Salvador, en quien debe confiar» (San Agustín, De corruptione et gratia,
4-5) // «Toda mi esperanza estriba únicamente en tu grandísima
misericordia. ¡Dame lo que pides y pide lo que quieras!...
¿Pides contienencia? ¡Dame lo que pides y pide lo que quieras» (San
Agustín, Confesiones 10, 29).
¿Alguien se acuerda de la película Matrix?
Seguramente sí. ¿Qué escena te gustó más? Yo conozco un joven que se sabe todo
el diálogo entre Morfeo y Neo, previo a que éste último se tome la pastilla
para que regrese "al mundo real". ¡No se le escapa palabra! Yo no soy
tan fan, pero sí recuerdo una escena de la primera película que me
vino a la mente tras leer los dos textos de San Agustín del inicio de este
artículo. Neo va a visitar a una medium que debe contarle cosas
importantes sobre él. Mientras espera su llegada, en la sala un grupo de niños
se entrenan en el poder de la mente con ejercicios. El niño que se presenta
primero logra doblar una cuchara con sólo mirarla. Intrigado, Neo le pregunta
cómo lo ha hecho, a lo que el niño le responde: «Hay que concentrarse y
creer que la cuchara no existe. Inténtalo tú».
¿Y cómo fue que me vino esta escena? Porque
nuestro Santo Obispo nos dice justamente lo contrario a nosotros que queremos
orar o simplemente crecer en la vida espiritual. El énfasis de todo no
radica en lo que nosotros podamos hacer o dejar de hacer, sino en la gracia de
Dios. Aquí no vale la regla de que a mayor esfuerzo mayor fruto. O por
lo menos, no matemáticamente hablando. Es Dios quien regala lo que nos
conviene; es Él quien nos hace más santos; es gracias a que Él nos ha
amado antes que nosotros podemos corresponderle con el nuestro.
Y entonces, ¿somos nosotros meros títeres de lo
que a Dios se le antoje? ¿De nada cuenta nuestra libertad? Claro que no. Es el
don más grande que Él nos ha dado. ¿Nunca se han puesto a pensar lo
increíble que es que nosotros podamos decirle a Dios que no? Y claro,
en lo hermoso que significa responderle con un sí. En este sentido, el período
que comenzamos ayer con el Adviento nos resalta la figura de María, que le supo
decir sí a Dios cuando le preguntó si quería ser su Madre. ¡Ella podría haber
respondido que no! Era libre. Pero dijo sí.
(Abro un paréntesis cultural, que no me resisto a
incluir. Gracias a este sí de María, un Papa, que ahora no recuerdo el nombre,
dictaminó que las mujeres pudieran decir sí en el matrimonio. Antes de esta
sentencia, la mujer no tenía voz ni voto en lo que a su futuro se refiere. Pero
el Papa dijo que si Dios esperó el sí de María, ¿por qué una mujer no va a dar
su sí a su futuro esposo? Para que luego digan que la Iglesia no ha hecho nada
por las mujeres. Cierro el paréntesis).
Somos libres. Pero también dependemos de
Dios. Su Gracia es como el universo en el que se mueve nuestra
libertad, que va escogiendo un sí o un no a su Amor. Sin esa
Gracia, el sí nunca podría llegar... y es por eso que le debemos todo lo que
somos. San Agustín lo sabía y por eso nos deja esa oración que leíamos al
inicio, y que debe ser como el eslogan de todo cristiano: ¡Dame lo que pides y
pide lo que quieras!
Así que si eres débil, si crees fracasar en tu
oración, ¡no te frustres! Sólo eres un ser humano. Pero
justamente porque lo eres, detrás de ti está un Dios que te ama y desea
hablar contigo para que camines con serenidad. Y es que nuestra vida
no consiste en una concentración profunda de nuestro interior para yo salir
adelante. Más bien debemos permitir que sea Dios quien tome las
"cucharas" de nuestro egoísmo, de nuestra ceguera y nuestro pecado,
no ya para doblarlas nada más, sino para hacerlas desaparecer. Pero debemos
dejarle actuar...
Autor: P. Juan Antonio Ruiz J., L.C.
“Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no
puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo cambiar y la sabiduría
para conocer la diferencia; viviendo un día a la vez, disfrutando un momento a
la vez; aceptando las adversidades como un camino hacia la paz; pidiendo, como
lo hizo Dios, en este mundo pecador tal y como es, y no como me gustaría que
fuera; creyendo que Tú harás que todas las cosas estén bien si yo me entrego a
Tu voluntad; de modo que pueda ser razonablemente feliz en esta vida e increíblemente
feliz Contigo en la siguiente. Amén. Autor: Reinhold Niebuhr”
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