El Señor fue invitado a un banquete de boda. Observando a
los invitados...les contó esta parábola, que incluso tomada en su sentido
literal, es muy útil y necesaria a todos los que desean ser tenidos en
consideración por los demás o tienen miedo de ser tenidos en poco...
Pero, como esta
historia es una parábola, encierra en si un significado que rebasa su sentido
literal. Miremos, pues, de qué boda se trata y quiénes son los invitados a la
boda. Esta boda se realiza cada día en la Iglesia. Cada día el Señor celebra
sus bodas, porque cada día él se une a las almas fieles en su bautismo o en su
traspaso de este mundo al reino de los cielos. Y nosotros, los que hemos
recibido la fe en Jesucristo y el sello del bautismo, estamos invitados a sus
bodas. Una mes está preparada para nosotros, de la cual dice la Escritura:
“Preparas una mesa ante mí enfrente de mis enemigos.” (Sal 22,5) Encontramos en
la mesa los panes de la propiciación, el ternero cebado, el Cordero que quita
los pecados del mundo. En esta mesa se nos ofrece el pan vivo bajado del cielo
y el cáliz de la Alianza Nueva. Aquí se nos presentan los evangelios y las
cartas de los apóstoles, los libros de Moisés y de los profetas que son como
manjares llenos de todas las delicias.
¿Qué más podríamos
desear? ¿Por qué escogeríamos los primeros sitios? Sea cual fuera el sitio que
ocupemos, tenemos de todo en abundancia y no nos falta nada.
Autor: San Bruno de Segni (c.1045- 1123), obispo. Comentario
sobre el evangelio de Lucas 1,14; PL 165, 406-407
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