Benedicto XVI ha querido subrayar en su primer año de
pontificado el significado especial del Óbolo:
"El Óbolo de San Pedro es
la expresión más típica de la participación de todos los fieles en las
iniciativas del Obispo de Roma en beneficio de la Iglesia universal. Es un
gesto que no sólo tiene valor práctico, sino también una gran fuerza simbólica,
como signo de comunión con el Papa y de solicitud por las necesidades de los
hermanos; y por eso vuestro servicio posee un valor muy eclesial"
(Discurso a los Socios del Círculo de San Pedro (25 de febrero de 2006).
El valor eclesial de este
gesto resulta evidente si tenemos en cuenta que las iniciativas caritativas son
connaturales a la Iglesia, como ha indicado el Papa en su primera Encíclica
Deus caritas est (25 de diciembre de 2005):
"La Iglesia nunca puede
sentirse dispensada del ejercicio de la caridad como actividad organizada de
los creyentes y, por otro lado, nunca habrá situaciones en las que no haga
falta la caridad de cada cristiano individualmente, porque el hombre, más allá
de la justicia, tiene y tendrá siempre necesidad de amor" (n. 29).
Se trata siempre de una ayuda
animada por el amor de Dios:
“Por tanto, es muy importante
que la actividad caritativa de la Iglesia mantenga todo su esplendor y no se
diluya en una organización asistencial genérica, convirtiéndose simplemente en
una de sus variantes” […]. “El programa del cristiano – el programa del buen
Samaritano, el programa de Jesús – es un « corazón que ve ». Este corazón ve
dónde se necesita amor y actúa en consecuencia”. (ibíd., n. 31).
Los Pontífices anteriores habían prestado ya una particular atención al Óbolo como una forma de apoyo de los creyentes al ministerio de los sucesores de San Pedro al servicio de la Iglesia universal. Juan Pablo II, por ejemplo, lo había expresado así:
Los Pontífices anteriores habían prestado ya una particular atención al Óbolo como una forma de apoyo de los creyentes al ministerio de los sucesores de San Pedro al servicio de la Iglesia universal. Juan Pablo II, por ejemplo, lo había expresado así:
“ Conocéis las crecientes
necesidades del apostolado, las exigencias de las comunidades eclesiales,
especialmente en tierras de misión, y las peticiones de ayuda que llegan de
poblaciones, personas y familias que se encuentran en condiciones precarias.
Muchos esperan de la Sede Apostólica un apoyo que, a menudo, no logran
encontrar en otra parte.
Desde esta perspectiva, el Óbolo constituye una verdadera participación en la
acción evangelizadora, especialmente si se consideran el sentido y la
importancia de compartir concretamente la solicitud de la Iglesia universal”
(Juan Pablo II al Círculo de San Pedro, 28 de febrero de 2003).
Los donativos de los fieles al
Santo Padre se emplean en obras misioneras, iniciativas humanitarias y de
promoción social, así como también en sostener las actividades de la Santa
Sede. El Papa, como Pastor de toda la Iglesia, se preocupa también de las
necesidades materiales de diócesis pobres, institutos religiosos y fieles en
dificultad (pobres, niños, ancianos, marginados, víctimas de guerra y desastres
naturales ; ayudas particulares a Obispos o Diócesis necesitadas, para la
educación católica, a prófugos y emigrantes, etc.).
El criterio general que
inspira la práctica del Óbolo se remonta a la Iglesia primitiva:
“La base primaria para el
sostenimiento de la Sede Apostólica está representada por los donativos que
espontáneamente hacen los católicos de todo el mundo, y eventualmente también
otros hombres de buena voluntad. Esto corresponde a la tradición que tiene
origen en el Evangelio (cf. Lc 10,7) y en las enseñanzas de los Apóstoles (cf.
1 Co 9, 11)” (Carta de Juan Pablo II al Cardenal Secretario de Estado, 20 de
noviembre de 1982).
Autor: Ufficio Obolo di San Pietro
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