La paz no es
la mera ausencia de la guerra, ni se reduce al solo equilibrio de las fuerzas
adversarias, ni surge de una hegemonía despótica, sino que con toda exactitud y
propiedad se llama obra de la justicia (Is 32, 7). Es el fruto del orden
plantado en la sociedad humana por su divino Fundador, y que los hombres,
sedientos siempre de una más perfecta justicia, han de llevar a cabo… La paz
jamás es una cosa del todo hecha, sino un perpetuo quehacer. Dada la fragilidad
de la voluntad humana, herida por el pecado, el cuidado por la paz reclama de
cada uno constante dominio de sí mismo y vigilancia por parte de la autoridad
legítima. Esto, sin embargo, no basta… Es absolutamente necesario el firme
propósito de respetar a los demás hombres y pueblos, así como su dignidad, y el
apasionado ejercicio de la fraternidad en orden a construir la paz. Así, la paz
es también fruto del amor, el cual sobrepasa todo lo que la justicia puede
realizar.
La paz sobre la tierra, nacida del amor al
prójimo, es imagen y efecto de la paz de Cristo, que procede de Dios Padre. En
efecto, el propio Hijo encarnado, Príncipe de la paz (Is 9,5), ha reconciliado
con Dios a todos los hombres por medio de su cruz, y, reconstituyendo en un
solo pueblo y en un solo cuerpo la unidad del género humano, ha dado muerte al
odio en su propia carne (Ef 2,16) y, después del triunfo de su resurrección, ha
infundido el Espíritu de amor en el corazón de los hombres. Por lo cual, se
llama insistentemente la atención de todos los cristianos para que, viviendo
con sinceridad en la caridad (Ef 4,15), se unan con los hombres realmente
pacíficos para implorar y establecer la paz…
En la medida en que el hombre es pecador,
amenaza y amenazará el peligro de guerra hasta el retorno de Cristo; pero en la
medida en que los hombres, unidos por la caridad, triunfen del pecado, pueden
también reportar la victoria sobre la violencia hasta la realización de aquella
palabra: De sus espadas forjarán arados, y de sus lanzas hoces. Las naciones no
levantarán ya más la espada una contra otra y jamás se llevará a cabo la guerra
(Is 2,4).
Tomado de Constitución
sobre la Iglesia en el mundo actual
“Gaudium et spes”, § 78 - Copyright © Libreria Editrice Vaticana
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