viernes, 2 de noviembre de 2012
Dios es amor
He leído que Dios es amor (1Jn 4,16), no que era honor o dignidad. El caso es que Dios no es que no quiera ser honrado, ya que dice:" ¿Si soy vuestro padre, dónde está el honor que me debéis?" (Ml 1,6) Habla aquí como padre. Pero si se mostró como esposo, pienso que cambiaría de discurso y diría: "¿Si soy vuestro esposo, dónde está el amor que me es debido?" Porque ya había dicho: "¿Si soy vuestro Señor, dónde está el temor que me debéis?" (Ibid.) Pide pues ser respetado como Señor, honrado como Padre, amado como Esposo.
Entre estos tres sentimientos, ¿cuál es de mayor precio? El amor, sin duda alguna. Porque sin amor, el respeto es penoso y el honor se queda sin correspondencia. El temor es servil, hasta que el amor no viene a liberarlo, y un honor que no está inspirado por el amor no es honor, es adulación. A Dios sólo, ciertamente, honor y gloria, pero Dios los acepta sólo sazonados por miel del amor.
El amor se basta, está a gusto consigo mismo, es su propio mérito y su propia recompensa. El amor no quiere otra causa, ni otro fruto que a sí mismo. Su verdadero fruto, es ser. Amo porque amo. Amo para amar... De todos los movimientos del alma, de sus sentimientos y de sus afectos, el amor es el único que permite a la criatura responder a su creador, si no de igual a igual, por lo menos de semejante a semejante (cf Gn 1,26).
San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia. Sermones sobre el Cantar de los Cantares, n° 83
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