Las palabras vuelan, lo escrito permanece; frase lapidaria como todo lo romano que ha llegado hasta nuestros días. Las palabras se las lleva el viento... contemplemos esas palabras que surcan como pájaros el cielo, que se evaporan como el agua tras el chubasco, que se pierden en el eco cavernoso de una cueva montañosa.
¿Las palabras vuelan?, tal vez no sea tan verdadera esta máxima. Cuantas personas se toman enserio las palabras de los demás, tanto para bien como para mal. Un ánimo en un momento difícil, unas cuantas palabras en la adversidad, un buen discurso cuando las cosas no van bien… han salvado muchas vidas.
Mas por desgracia, también está el lado malo de esas palabras, esas que no vuelan sino que se entierran como dagas traicioneras en el corazón de quien las oye, esas piedras de la crítica que descalabran incluso al más pintado, esas flechas ofensivas que hieren a cualquiera. Esas palabras entonces no vuelan, se quedan grabadas, talladas, esculpidas en el corazón.
Pero las palabras sí vuelan; siempre ha sido fácil dar nuestra propia opinión, pero nunca ha sido tan fácil divulgarlas: Redes sociales como Faceboock y Twitter, esos dos gigantes ágoras, cátedras desde las que se puede hablar, opinar, alentar, animar y –lamentablemente también- criticar, ofender, denigrar y minusvalorar a las personas.
Las palabras vuelan, sí, a millones de megas por segundo; con un solo clip tu estado, tu comentario, tu twi puede ser leído por todos tu contactos y seguidores. Que fácil se puede dañar a las personas con tan solo un tecleo y sin necesidad de gastar en saliva y gesticulaciones; que sencillo crear un clima negativo por el pesimismo de tantas publicaciones; que tonta necesidad de estar exaltando lo negativo de las personas y borrando lo positivo.
Aun así, las palabras vuelan, pero que miedo: lo escrito permanecen. Es fuerte la responsabilidad que adquirimos, pues lo escrito se mantiene. Por tanto necesitamos cuidar nuestras palabras, de manera especial, en las redes sociales… pero solo el ejemplo arrastra, solo el ejemplo merece mil “me gusta” y millones de retwitteos. Los hechos al igual que lo escrito permanece.
Autor: Yrlánder Hernández
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