domingo, 28 de agosto de 2011

¿Cómo me llama Dios?



Para empezar todos y cada uno de nosotros somos seres especiales, extraordinarios, únicos y maravillosos a los ojos de Dios. Y Él tiene para cada uno un proyecto, una propuesta, una tarea. Esta realidad es la mayor riqueza de nuestras vidas y lo único que le da sentido. Tarea nuestra es ir descubriendo y realizando ese plan amoroso de nuestro Dios para cada uno. A esto se le llama vivir la propia vocación, la llamada de Dios.
Pero, si Dios me llama, ¿lo reconoceré? Les ofrezco unas palabras preciosas y precisas del cardenal J.M. Lustiguer: “Si Dios te llama, tú no te sublevarás más con amargura cuando veas las tonterías, el odio, la desgracia o la injusticia, que parecen triunfar.
No te abatirás más cuando veas a los hombres matar a los hombres. No desesperarás cuando veas cómo aplasta la miseria. No te taparás los oídos cuando escuches los gritos de las rebeliones, los gritos de los agonizantes, los gritos de los niños que mueren. No te herirás más de rabia a ti mismo cuando percibas la mentira y el insulto. No te dirás jamás: ¿Para qué vale ser bueno? No tendrás ganas de morir o de marcharte. ¿Por qué lo ibas a hacer?
Si Dios te llama, reconocerás el rostro de Cristo, toda compasión, todo amor y toda bondad. Reconocerás la ternura sin medida de Dios, que toma sobre si mismo, en esta compasión del Cristo, al hombre perdido para reencontrarlo, al hombre muerto para hacerle vivir, y tendrás ganas se seguir al Señor, que es Cristo, el Mesías sufriente, hasta su abandono, para que el hombre no sea abandonado.
Si Dios te llama, la cruz te parecerá un esplendor de vida y no el fracaso supremo del mundo. Te aparecerá como el árbol de la Vida y no el patíbulo de la muerte. La cruz te parecerá como la cifra y la clave que te permiten comprender este mundo. Si Dios te llama, tú querrás seguir a Cristo en su pasión por la redención de tus hermanos y no tendrás miedo.
Si Dios te llama, de tus pobres labios mudos podrá brotar la voz de Cristo que los hombres reconocen. Si Dios te llama, serás perdonado de tus pecados y osarás dar el perdón de Dios, aunque te sientas indigno. Si Dios te llama, serás el ministro y el servidor de este Cuerpo quebrantado y entregado, pan de vida, para que los hombres sean alimentados. Si Dios te llama, recibirás insultos, hablarán mal de ti, no serás comprendido. Pero tu sabrás que compartes la suerte de Cristo. Si Dios te llama, no tendrás miedo de abandonar tu vida, pues tu vida perdida se une a la entregada por Cristo.
Es claro que Dios llama. Y lo hace en directo al corazón o valiéndose de diferentes mediaciones. Su llamada es precisa, definida, conmueve y capacita para realizar el compromiso que trae consigo. Cuando Dios llama, se embarca con nosotros y nos acompaña en la travesía vocacional.

Autor: Mimi Nasthas de Panayotti

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