El fundamento de nuestra condición presente, es Adán; pero
para nuestra vida futura, es Cristo, nuestro Señor. Lo mismo que Adán fue el
primer hombre mortal y que más tarde todos somos mortales a causa de él, así
Cristo es el primero que ha resucitado de entre los muertos, y les dio el
germen de la resurrección a los que vendrán después de él. Venimos a esta vida
visible por el nacimiento corporal, y por eso somos totalmente perecederos;
pero en la vida futura, seremos transformados por la fuerza del Espíritu Santo,
y por eso resucitaremos imperecederos.
Esto se realizará
sólo cuando este germen de vida se abra, pero desde ahora, Cristo nuestro Señor
quiso transportarnos allí de manera simbólica otorgándonos el bautismo, este
nuevo nacimiento en sí mismo. Este nacimiento espiritual ya es la prefiguración
de la resurrección y de la regeneración que se realizará plenamente en nosotros
cuando pasemos a la otra vida. Por eso el bautismo es llamado también
regeneración…
Cuando el apóstol
Pablo habla de la vida futura, quiere tranquilizar a sus auditores con estas
palabras: "no sólo la creación, sino que nosotros también que recibimos
las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, esperando la redención
de nuestro cuerpo" (Rm 8,23). Porque si recibimos desde ahora las
primicias de la gracia, esperamos recibirlas en plenitud cuando nos sea dada la
felicidad de la resurrección.
Autor: Teodoro de Mopsuestia (?-428), obispo y teólogo. Comentario
sobre el evangelio de Juan, libro II; CSCO 116, p. 55-56
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