Una historia judia presenta de forma distinta la diversidad de las respuestas, de las cuales depende el orden de la ley.-
Habia un santo que se llamaba Hillel, reputado por su dulzura y modestia.-
Un idólatra, que queria convertirse al judaísmo, fue a ver a otro santo llamado Shamai y le preguntó:
- Cuantas clases de leyes tenéis?
- Dos -contestó Shamai- La Ley escrita y la ley oral.-
- Acepto la ley escrita -dijo el hombre- pero me es imposible someterme a la ley oral.- La rechazo.-
- Entonces fuera de aqui ! - gritó Shamai muy irritado.-
El idólatra, rechazado, fue a ver a Hillel y le dijo lo mismo:
- Acepto la enseñanza de la ley escrita, pero rechazo la ley oral.-
- Muy bien- dijo Hillel - no hay problema.-
Y empezó su enseñanza.- El primer día, enseñó al idólatra los mandamientos elementales de la ley escrita.-
Al día siguiente volvió a empezar, pero en un orden diferente.-
Al neófito aquello le sorprendió.-
- Pero . . . si ayer me enseñaste de otra manera . . .!!!
- Y confiaste en mi ayer?
- Naturalmente.-
- Y no fue eso confiar - le dijo entonces Hillel- en la ley oral?
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