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martes, 24 de marzo de 2015
La persona creyente
3. «Fortalezcan sus corazones» (St 5,8) – La persona creyente
También como individuos tenemos la tentación de la indiferencia. Estamos saturados de noticias e imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir. ¿Qué podemos hacer para no dejarnos absorber por esta espiral de horror y de impotencia?
En primer lugar, podemos orar en la comunión de la Iglesia terrenal y celestial. No olvidemos la fuerza de la oración de tantas personas. La iniciativa 24 horas para el Señor, que deseo que se celebre en toda la Iglesia —también a nivel diocesano—, en los días 13 y 14 de marzo, es expresión de esta necesidad de la oración.
En segundo lugar, podemos ayudar con gestos de caridad, llegando tanto a las personas cercanas como a las lejanas, gracias a los numerosos organismos de caridad de la Iglesia. La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma humanidad.
Y, en tercer lugar, el sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos. Si pedimos humildemente la gracia de Dios y aceptamos los límites de nuestras posibilidades, confiaremos en las infinitas posibilidades que nos reserva el amor de Dios. Y podremos resistir a la tentación diabólica que nos hace creer que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos.
Para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de omnipotencia, quiero pedir a todos que este tiempo de Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón, como dijo Benedicto XVI (Ct. enc. Deus caritas est, 31). Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro.
Por esto, queridos hermanos y hermanas, deseo orar con ustedes a Cristo en esta Cuaresma: “Fac cor nostrum secundum Cor tuum”: “Haz nuestro corazón semejante al tuyo” (Súplica de las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús). De ese modo tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia.
Con este deseo, aseguro mi oración para que todo creyente y toda comunidad eclesial recorra provechosamente el itinerario cuaresmal, y les pido que recen por mí. Que el Señor los bendiga y la Virgen los guarde.
S.S. Francisco
lunes, 23 de marzo de 2015
Las parroquias y las comunidades
2. «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9) – Las parroquias y las comunidades
Lo que hemos dicho para la Iglesia universal es necesario traducirlo en la vida de las parroquias y comunidades. En estas realidades eclesiales ¿se tiene la experiencia de que formamos parte de un solo cuerpo? ¿Un cuerpo que recibe y comparte lo que Dios quiere donar? ¿Un cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos? ¿O nos refugiamos en un amor universal que se compromete con los que están lejos en el mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia puerta cerrada? (cf. Lc 16,19-31).
Para recibir y hacer fructificar plenamente lo que Dios nos da es preciso superar los confines de la Iglesia visible en dos direcciones.
En primer lugar, uniéndonos a la Iglesia del cielo en la oración. Cuando la Iglesia terrenal ora, se instaura una comunión de servicio y de bien mutuos que llega ante Dios. Junto con los santos, que encontraron su plenitud en Dios, formamos parte de la comunión en la cual el amor vence la indiferencia. La Iglesia del cielo no es triunfante porque ha dado la espalda a los sufrimientos del mundo y goza en solitario. Los santos ya contemplan y gozan, gracias a que, con la muerte y la resurrección de Jesús, vencieron definitivamente la indiferencia, la dureza de corazón y el odio. Hasta que esta victoria del amor no inunde todo el mundo, los santos caminan con nosotros, todavía peregrinos. Santa Teresa de Lisieux, doctora de la Iglesia, escribía convencida de que la alegría en el cielo por la victoria del amor crucificado no es plena mientras haya un solo hombre en la tierra que sufra y gima: «Cuento mucho con no permanecer inactiva en el cielo, mi deseo es seguir trabajando para la Iglesia y para las almas» (Carta 254,14 julio 1897).
También nosotros participamos de los méritos y de la alegría de los santos, así como ellos participan de nuestra lucha y nuestro deseo de paz y reconciliación. Su alegría por la victoria de Cristo resucitado es para nosotros motivo de fuerza para superar tantas formas de indiferencia y de dureza de corazón.
Por otra parte, toda comunidad cristiana está llamada a cruzar el umbral que la pone en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados. La Iglesia por naturaleza es misionera, no debe quedarse replegada en sí misma, sino que es enviada a todos los hombres.
Esta misión es el testimonio paciente de Aquel que quiere llevar toda la realidad y cada hombre al Padre. La misión es lo que el amor no puede callar. La Iglesia sigue a Jesucristo por el camino que la lleva a cada hombre, hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1,8). Así podemos ver en nuestro prójimo al hermano y a la hermana por quienes Cristo murió y resucitó. Lo que hemos recibido, lo hemos recibido también para ellos. E, igualmente, lo que estos hermanos poseen es un don para la Iglesia y para toda la humanidad.
Queridos hermanos y hermanas, cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia.
Continua...
S.S. Francisco
domingo, 22 de marzo de 2015
La Iglesia
1. «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26) – La Iglesia
La caridad de Dios que rompe esa cerrazón mortal en sí mismos de la indiferencia, nos la ofrece la Iglesia con sus enseñanzas y, sobre todo, con su testimonio. Sin embargo, sólo se puede testimoniar lo que antes se ha experimentado. El cristiano es aquel que permite que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres. Nos lo recuerda la liturgia del Jueves Santo con el rito del lavatorio de los pies. Pedro no quería que Jesús le lavase los pies, pero después entendió que Jesús no quería ser sólo un ejemplo de cómo debemos lavarnos los pies unos a otros. Este servicio sólo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar los pies por Cristo. Sólo éstos tienen “parte” con Él (Jn 13,8) y así pueden servir al hombre.
La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos, en particular la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar para la indiferencia, que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es indiferente hacia los demás. «Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26).
La Iglesia es communio sanctorum porque en ella participan los santos, pero a su vez porque es comunión de cosas santas: el amor de Dios que se nos reveló en Cristo y todos sus dones. Entre éstos está también la respuesta de cuantos se dejan tocar por ese amor. En esta comunión de los santos y en esta participación en las cosas santas, nadie posee sólo para sí mismo, sino que lo que tiene es para todos. Y puesto que estamos unidos en Dios, podemos hacer algo también por quienes están lejos, por aquellos a quienes nunca podríamos llegar sólo con nuestras fuerzas, porque con ellos y por ellos rezamos a Dios para que todos nos abramos a su obra de salvación.
Continua...
Autor: S.S. Francisco
sábado, 21 de marzo de 2015
La Cuaresma
La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un «tiempo de gracia» (2 Co 6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: «Nosotros amemos a Dios porque él nos amó primero» (1 Jn 4,19). Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen… Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos.
Cuando el pueblo de Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas a las preguntas que la historia le plantea continuamente. Uno de los desafíos más urgentes sobre los que quiero detenerme en este Mensaje es el de la globalización de la indiferencia.
La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos. Por eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan.
Dios no es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación de cada hombre. En la encarnación, en la vida terrena, en la muerte y resurrección del Hijo de Dios, se abre definitivamente la puerta entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra. Y la Iglesia es como la mano que tiene abierta esta puerta mediante la proclamación de la Palabra, la celebración de los sacramentos, el testimonio de la fe que actúa por la caridad (cf. Ga 5,6). Sin embargo, el mundo tiende a cerrarse en sí mismo y a cerrar la puerta a través de la cual Dios entra en el mundo y el mundo en Él. Así, la mano, que es la Iglesia, nunca debe sorprenderse si es rechazada, aplastada o herida.
El pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad de renovación, para no ser indiferente y para no cerrarse en sí mismo. Querría proponerles tres pasajes para meditar acerca de esta renovación..
Continua...
Autor: S.S. Francisco
jueves, 2 de mayo de 2013
CARITAS IN VERITATE
1. La caridad
en la verdad, de la que Jesucristo se ha hecho testigo con su vida terrenal y,
sobre todo, con su muerte y resurrección, es la principal fuerza impulsora del
auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad. El amor —«caritas»—
es una fuerza extraordinaria, que mueve a las personas a comprometerse con
valentía y generosidad en el campo de la justicia y de la paz. Es una fuerza
que tiene su origen en Dios, Amor eterno y Verdad absoluta. Cada uno encuentra
su propio bien asumiendo el proyecto que Dios tiene sobre él, para realizarlo
plenamente: en efecto, encuentra en dicho proyecto su verdad y, aceptando esta
verdad, se hace libre (cf. Jn 8,32). Por tanto, defender la verdad,
proponerla con humildad y convicción y testimoniarla en la vida son formas
exigentes e insustituibles de caridad. Ésta «goza con la verdad» (1 Co 13,6). Todos los hombres perciben el
impulso interior de amar de manera auténtica; amor y verdad nunca los abandonan
completamente, porque son la vocación que Dios ha puesto en el corazón y en la
mente de cada ser humano. Jesucristo purifica y libera de nuestras limitaciones
humanas la búsqueda del amor y la verdad, y nos desvela plenamente la
iniciativa de amor y el proyecto de vida verdadera que Dios ha preparado para
nosotros. En Cristo, la caridad
en la verdad se convierte en
el Rostro de su Persona, en una vocación a amar a nuestros hermanos en la
verdad de su proyecto. En efecto, Él mismo es la Verdad (cf. Jn 14,6).
2. La caridad es la vía maestra de la doctrina
social de la Iglesia. Todas las responsabilidades y compromisos trazados por
esta doctrina provienen de la caridad que, según la enseñanza de Jesús, es la
síntesis de toda la Ley (cf. Mt 22,36-40). Ella da verdadera sustancia
a la relación personal con Dios y con el prójimo; no es sólo el principio de
las micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino
también de las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y
políticas. Para la Iglesia —aleccionada por el Evangelio—, la caridad es todo
porque, como enseña San Juan (cf. 1
Jn 4,8.16) y como he
recordado en mi primera Carta encíclica «Dios es caridad» (Deus caritas est): todo proviene de la caridad de
Dios, todo adquiere forma por ella, y a ella tiende todo. La caridad es el
don más grande que Dios ha dado a los hombres, es su promesa y nuestra
esperanza.
Soy
consciente de las desviaciones y la pérdida de sentido que ha sufrido y sufre
la caridad, con el consiguiente riesgo de ser mal entendida, o excluida de la
ética vivida y, en cualquier caso, de impedir su correcta valoración. En el
ámbito social, jurídico, cultural, político y económico, es decir, en los
contextos más expuestos a dicho peligro, se afirma fácilmente su irrelevancia
para interpretar y orientar las responsabilidades morales. De aquí la necesidad
de unir no sólo la caridad con la verdad, en el sentido señalado por San Pablo
de la «veritas in caritate» (Ef 4,15),
sino también en el sentido, inverso y complementario, de «caritas in
veritate». Se ha de buscar, encontrar y expresar la verdad en la «economía»
de la caridad, pero, a su vez, se ha de entender, valorar y practicar la
caridad a la luz de la verdad. De este modo, no sólo prestaremos un servicio a
la caridad, iluminada por la verdad, sino que contribuiremos a dar fuerza a la
verdad, mostrando su capacidad de autentificar y persuadir en la concreción de
la vida social. Y esto no es algo de poca importancia hoy, en un contexto
social y cultural, que con frecuencia relativiza la verdad, bien
desentendiéndose de ella, bien rechazándola.
3. Por esta
estrecha relación con la verdad, se puede reconocer a la caridad como expresión
auténtica de humanidad y como elemento de importancia fundamental en las
relaciones humanas, también las de carácter público. Sólo en la verdad resplandece la
caridad y puede ser vivida
auténticamente. La verdad es luz que da sentido y valor a la caridad. Esta luz
es simultáneamente la de la razón y la de la fe, por medio de la cual la
inteligencia llega a la verdad natural y sobrenatural de la caridad,
percibiendo su significado de entrega, acogida y comunión. Sin verdad, la
caridad cae en mero sentimentalismo. El amor se convierte en un envoltorio
vacío que se rellena arbitrariamente. Éste es el riesgo fatal del amor en una
cultura sin verdad. Es presa fácil de las emociones y las opiniones
contingentes de los sujetos, una palabra de la que se abusa y que se
distorsiona, terminando por significar lo contrario. La verdad libera a la
caridad de la estrechez de una emotividad que la priva de contenidos
relacionales y sociales, así como de un fideísmo que mutila su horizonte humano
y universal. En la verdad, la caridad refleja la dimensión personal y al mismo
tiempo pública de la fe en el Dios bíblico, que es a la vez «Agapé» y «Lógos»:
Caridad y Verdad, Amor y Palabra.
4. Puesto que
está llena de verdad, la caridad puede ser comprendida por el hombre en toda su
riqueza de valores, compartida y comunicada. En efecto, la verdad es «lógos» que crea «diá-logos» y, por tanto,
comunicación y comunión. La verdad, rescatando a los hombres de las opiniones y
de las sensaciones subjetivas, les permite llegar más allá de las
determinaciones culturales e históricas y apreciar el valor y la sustancia de
las cosas. La verdad abre y une el intelecto de los seres humanos en el lógos del amor: éste es el anuncio y el
testimonio cristiano de la caridad. En el contexto social y cultural actual, en
el que está difundida la tendencia a relativizar lo verdadero, vivir la caridad
en la verdad lleva a comprender que la adhesión a los valores del cristianismo
no es sólo un elemento útil, sino indispensable para la construcción de una
buena sociedad y un verdadero desarrollo humano integral. Un cristianismo de
caridad sin verdad se puede confundir fácilmente con una reserva de buenos
sentimientos, provechosos para la convivencia social, pero marginales. De este
modo, en el mundo no habría un verdadero y propio lugar para Dios. Sin la
verdad, la caridad es relegada a un ámbito de relaciones reducido y privado.
Queda excluida de los proyectos y procesos para construir un desarrollo humano
de alcance universal, en el diálogo entre saberes y operatividad.
5. La caridad
es amor recibido y ofrecido. Es «gracia» (cháris). Su origen es el amor
que brota del Padre por el Hijo, en el Espíritu Santo. Es amor que desde el
Hijo desciende sobre nosotros. Es amor creador, por el que nosotros somos; es
amor redentor, por el cual somos recreados. Es el Amor revelado, puesto en
práctica por Cristo (cf. Jn 13,1) y «derramado en nuestros
corazones por el Espíritu Santo» (Rm 5,5).
Los hombres, destinatarios del amor de Dios, se convierten en sujetos de
caridad, llamados a hacerse ellos mismos instrumentos de la gracia para
difundir la caridad de Dios y para tejer redes de caridad.
La doctrina
social de la Iglesia responde a esta dinámica de caridad recibida y ofrecida.
Es«caritas in veritate in re sociali», anuncio de la verdad del amor de
Cristo en la sociedad. Dicha doctrina es servicio de la caridad, pero en la
verdad. La verdad preserva y expresa la fuerza liberadora de la caridad en los
acontecimientos siempre nuevos de la historia. Es al mismo tiempo verdad de la
fe y de la razón, en la distinción y la sinergia a la vez de los dos ámbitos
cognitivos. El desarrollo, el bienestar social, una solución adecuada de los
graves problemas socioeconómicos que afligen a la humanidad, necesitan esta
verdad. Y necesitan aún más que se estime y dé testimonio de esta verdad. Sin
verdad, sin confianza y amor por lo verdadero, no hay conciencia y
responsabilidad social, y la actuación social se deja a merced de intereses
privados y de lógicas de poder, con efectos disgregadores sobre la sociedad,
tanto más en una sociedad en vías de globalización, en momentos difíciles como
los actuales.
6. «Caritas in veritate» es el principio sobre el que gira la
doctrina social de la Iglesia, un principio que adquiere forma operativa en
criterios orientadores de la acción moral. Deseo
volver a recordar particularmente dos de ellos, requeridos de manera especial
por el compromiso para el desarrollo en una sociedad en vías de globalización: la justicia y el bien común.
Ante todo,
la justicia. Ubi societas, ibi ius: toda
sociedad elabora un sistema propio de justicia. La caridad va más allá de la
justicia, porque amar es dar, ofrecer de lo «mío» al otro; pero nunca
carece de justicia, la cual lleva a dar al otro lo que es «suyo», lo que le
corresponde en virtud de su ser y de su obrar. No puedo «dar» al otro de lo mío
sin haberle dado en primer lugar lo que en justicia le corresponde. Quien ama
con caridad a los demás, es ante todo justo con ellos. No basta decir que la
justicia no es extraña a la caridad, que no es una vía alternativa o paralela a
la caridad: la justicia es «inseparable de la caridad»[1],
intrínseca a ella. La justicia es la primera vía de la caridad o, como dijo
Pablo VI, su «medida mínima»[2],
parte integrante de ese amor «con obras y según la verdad» (1 Jn 3,18), al que nos exhorta el apóstol
Juan. Por un lado, la caridad exige la justicia, el reconocimiento y el respeto
de los legítimos derechos de las personas y los pueblos. Se ocupa de la
construcción de la «ciudad del hombre» según el derecho y la justicia. Por
otro, la caridad supera la justicia y la completa siguiendo la lógica de la
entrega y el perdón[3].
La «ciudad del hombre» no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes
sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de
comunión. La caridad manifiesta siempre el amor de Dios también en las
relaciones humanas, otorgando valor teologal y salvífico a todo compromiso por
la justicia en el mundo.
7. Hay que
tener también en gran consideración el bien común. Amar a alguien es querer su
bien y trabajar eficazmente por él. Junto al bien individual, hay un bien
relacionado con el vivir social de las personas: el bien común. Es el bien de
ese «todos nosotros», formado por individuos, familias y grupos intermedios que
se unen en comunidad social[4].
No es un bien que se busca por sí mismo, sino para las personas que forman
parte de la comunidad social, y que sólo en ella pueden conseguir su bien
realmente y de modo más eficaz. Desear el
bien común y esforzarse por
él es exigencia de justicia y
caridad. Trabajar por el bien común es cuidar, por un lado, y utilizar, por
otro, ese conjunto de instituciones que estructuran jurídica, civil, política y
culturalmente la vida social, que se configura así como pólis, como ciudad. Se ama al
prójimo tanto más eficazmente, cuanto más se trabaja por un bien común que
responda también a sus necesidades reales. Todo cristiano está llamado a esta
caridad, según su vocación y sus posibilidades de incidir en la pólis. Ésta es la vía
institucional —también política, podríamos decir— de la caridad, no menos
cualificada e incisiva de lo que pueda ser la caridad que encuentra
directamente al prójimo fuera de las mediaciones institucionales de la pólis. El compromiso por el
bien común, cuando está inspirado por la caridad, tiene una valencia superior
al compromiso meramente secular y político. Como todo compromiso en favor de la
justicia, forma parte de ese testimonio de la caridad divina que, actuando en
el tiempo, prepara lo eterno. La acción del hombre sobre la tierra, cuando está
inspirada y sustentada por la caridad, contribuye a la edificación de esa ciudad de Dios universal hacia la cual avanza la
historia de la familia humana. En una sociedad en vías de globalización, el
bien común y el esfuerzo por él, han de abarcar necesariamente a toda la
familia humana, es decir, a la comunidad de los pueblos y naciones[5],
dando así forma de unidad y de paz a la ciudad
del hombre, y haciéndola en cierta medida una anticipación que prefigura la
ciudad de Dios sin barreras.
8. Al
publicar en 1967 la Encíclica Populorum progressio, mi venerado
predecesor Pablo VI ha iluminado el gran tema del desarrollo de los pueblos con
el esplendor de la verdad y la luz suave de la caridad de Cristo. Ha afirmado
que el anuncio de Cristo es el primero y principal factor de desarrollo[6] y nos ha dejado la consigna de caminar
por la vía del desarrollo con todo nuestro corazón y con toda nuestra
inteligencia[7],
es decir, con el ardor de la caridad y la sabiduría de la verdad. La verdad
originaria del amor de Dios, que se nos ha dado gratuitamente, es lo que abre
nuestra vida al don y hace posible esperar en un «desarrollo de todo el hombre
y de todos los hombres»[8],
en el tránsito «de condiciones menos humanas a condiciones más humanas»[9],
que se obtiene venciendo las dificultades que inevitablemente se encuentran a
lo largo del camino.
A más de
cuarenta años de la publicación de la Encíclica, deseo rendir homenaje y honrar
la memoria del gran Pontífice Pablo VI, retomando sus enseñanzas sobre el desarrollo humano integral y siguiendo la ruta que han trazado,
para actualizarlas en nuestros días. Este proceso de actualización comenzó con
la Encíclica Sollicitudo
rei socialis, con la que el Siervo de Dios Juan Pablo II quiso
conmemorar la publicación de la Populorum progressio con ocasión de su vigésimo
aniversario. Hasta entonces, una conmemoración similar fue dedicada sólo a la Rerum novarum. Pasados otros veinte
años más, manifiesto mi convicción de que la Populorum progressio merece ser considerada como «la Rerum novarum de la época contemporánea», que
ilumina el camino de la humanidad en vías de unificación.
9. El amor en
la verdad —caritas in veritate— es un gran desafío para la Iglesia en un
mundo en progresiva y expansiva globalización. El riesgo de nuestro tiempo es
que la interdependencia de hecho entre los hombres y los pueblos no se
corresponda con la interacción ética de la conciencia y el intelecto, de la que
pueda resultar un desarrollo realmente humano. Sólo con la caridad, iluminada por la luz de la
razón y de la fe, es posible conseguir objetivos de desarrollo con un
carácter más humano y humanizador. El compartir los bienes y recursos, de lo
que proviene el auténtico desarrollo, no se asegura sólo con el progreso
técnico y con meras relaciones de conveniencia, sino con la fuerza del amor que
vence al mal con el bien (cf. Rm 12,21) y abre la conciencia del ser
humano a relaciones recíprocas de libertad y de responsabilidad.
La Iglesia
no tiene soluciones técnicas que ofrecer[10] y no pretende «de ninguna manera
mezclarse en la política de los Estados»[11].
No obstante, tiene una misión de verdad que cumplir en todo tiempo y
circunstancia en favor de una sociedad a medida del hombre, de su dignidad y de
su vocación. Sin verdad se cae en una visión empirista y escéptica de la vida,
incapaz de elevarse sobre la praxis, porque no está interesada en tomar en
consideración los valores —a veces ni siquiera el significado— con los cuales
juzgarla y orientarla. La fidelidad al hombre exige la fidelidad a la verdad, que
es la única garantía de
libertad (cf. Jn 8,32) y de la posibilidad de un desarrollo
humano integral. Por eso la Iglesia la busca, la anuncia incansablemente y
la reconoce allí donde se manifieste. Para la Iglesia, esta misión de verdad es
irrenunciable. Su doctrina social es una dimensión singular de este anuncio:
está al servicio de la verdad que libera. Abierta a la verdad, de cualquier
saber que provenga, la doctrina social de la Iglesia la acoge, recompone en
unidad los fragmentos en que a menudo la encuentra, y se hace su portadora en
la vida concreta siempre nueva de la sociedad de los hombres y los pueblos[12].
Autor: Sumo Pontífice Benedicto XVI a los obispos, a los presbíteros y diáconos, a las personas consagradas, a todos los fieles laicos y a todos los hombres de buena voluntad sobre el desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad
sábado, 16 de julio de 2011
La Carta a la Amada Inmortal
Pagina 1
6 de Julio
En la mañana-
Mi ángel, mi todo
mi mismo yo – solo unas pocas
palabras hoy, y en efecto con lápiz
(con el tuyo)
recién mañana se va a decidir definitivamente sobre mis alojamientos
qué inútil perdida
De tiempo - porqué
este profundo dolor, cuando
habla la necesidad -
puede nuestro amor existir, sino
A través del sacrificio -
de no pedir todo del otro
puedes cambiar el hecho, de que tu
no seas completamente mía, yo no
completamente tuyo – Oh Dios -
Pagina 2En la mañana-
Mi ángel, mi todo
mi mismo yo – solo unas pocas
palabras hoy, y en efecto con lápiz
(con el tuyo)
recién mañana se va a decidir definitivamente sobre mis alojamientos
qué inútil perdida
De tiempo - porqué
este profundo dolor, cuando
habla la necesidad -
puede nuestro amor existir, sino
A través del sacrificio -
de no pedir todo del otro
puedes cambiar el hecho, de que tu
no seas completamente mía, yo no
completamente tuyo – Oh Dios -
Mira la hermosa naturaleza
y consuela tu alma
acerca de lo que debe ser – el amor
lo pide todo y completamente y con razón.
Así es para mi contigo, para ti
conmigo – solo que olvidas
tan fácilmente, que yo debo vivir para mi y
para ti, si estuviéramos
completamente unidos, tu
sentirías este dolor
tan poco como yo -
mi viaje fue aterrador.
Llegué aquí recién a las 4
de ayer a la mañana.
como faltaban caballos,
el cochero eligió otra
ruta pero que
Pagina 3y consuela tu alma
acerca de lo que debe ser – el amor
lo pide todo y completamente y con razón.
Así es para mi contigo, para ti
conmigo – solo que olvidas
tan fácilmente, que yo debo vivir para mi y
para ti, si estuviéramos
completamente unidos, tu
sentirías este dolor
tan poco como yo -
mi viaje fue aterrador.
Llegué aquí recién a las 4
de ayer a la mañana.
como faltaban caballos,
el cochero eligió otra
ruta pero que
horrible camino, en la penúltima
posta me advirtieron
acerca de viajar de noche,
tratando de asustarme de un bosque,
pero esto solo
me pareció un desafío – y yo estuve
equivocado, el carruaje tenia
que romperse
en tal terrible ruta,
una ruta de lodo sin fondo
(tachado: y el) sin 2 postil-
lones como tenía, hubiera quedado
atascado en el camino
Esterhazy en la otra
ruta de costumbre
tuvo la misma suerte
con 8 caballos, que yo con
cuatro – de todos modos tuve
alguna satisfacción,
Pagina 4posta me advirtieron
acerca de viajar de noche,
tratando de asustarme de un bosque,
pero esto solo
me pareció un desafío – y yo estuve
equivocado, el carruaje tenia
que romperse
en tal terrible ruta,
una ruta de lodo sin fondo
(tachado: y el) sin 2 postil-
lones como tenía, hubiera quedado
atascado en el camino
Esterhazy en la otra
ruta de costumbre
tuvo la misma suerte
con 8 caballos, que yo con
cuatro – de todos modos tuve
alguna satisfacción,
como siempre, cuando tengo la fortuna
de superar con éxito algo – ahora rápidamente
al interior desde el exterior.
nosotros probablemente nos veremos pronto.
hoy todavía no puedo
transmitirte los pensamientos
que tuve durante estos
pocos días acerca de mi
vida – si estuvieran
nuestros corazones siempre juntos y
unidos, yo por supuesto, no tendría nada que decir
mi corazón esta lleno de tanto
para decirte – Oh - hay
todavía momentos cuando encuentro
que la palabra no es nada
en absoluto - alégrate -
permanece mi fiel y único
tesoro, mi todo, como yo para ti
el resto los dioses deben
comunicarnos lo que deba
ser para nosotros – tu fiel
ludwig -
Pagina 5de superar con éxito algo – ahora rápidamente
al interior desde el exterior.
nosotros probablemente nos veremos pronto.
hoy todavía no puedo
transmitirte los pensamientos
que tuve durante estos
pocos días acerca de mi
vida – si estuvieran
nuestros corazones siempre juntos y
unidos, yo por supuesto, no tendría nada que decir
mi corazón esta lleno de tanto
para decirte – Oh - hay
todavía momentos cuando encuentro
que la palabra no es nada
en absoluto - alégrate -
permanece mi fiel y único
tesoro, mi todo, como yo para ti
el resto los dioses deben
comunicarnos lo que deba
ser para nosotros – tu fiel
ludwig -
Lunes a la tarde, el 6 de Julio -
Estás sufriendo, mi queridísima
criatura – recién ahora me doy cuenta
que las cartas deben ser despachadas
muy temprano en la mañana.
Lunes – Jueves –
los únicos días en los cuales
el correo va de aquí
hasta K – estas sufriendo – Oh donde sea
que estoy, tu estas conmigo.
Me digo a mi y a ti, arregla
para que pueda vivir contigo.
Qué vida!!!! Como es ahora!!!!
Sin ti – Perseguido por
La amabilidad de la gente aquí
y allí, que ni quiero
merecer ni merezco – la humildad
del hombre hacia
el hombre – me lastima
-y cuando me veo a mi mismo
Pagina 6Estás sufriendo, mi queridísima
criatura – recién ahora me doy cuenta
que las cartas deben ser despachadas
muy temprano en la mañana.
Lunes – Jueves –
los únicos días en los cuales
el correo va de aquí
hasta K – estas sufriendo – Oh donde sea
que estoy, tu estas conmigo.
Me digo a mi y a ti, arregla
para que pueda vivir contigo.
Qué vida!!!! Como es ahora!!!!
Sin ti – Perseguido por
La amabilidad de la gente aquí
y allí, que ni quiero
merecer ni merezco – la humildad
del hombre hacia
el hombre – me lastima
-y cuando me veo a mi mismo
en el marco
del universo
qué soy yo y que es
El – a Quien uno
llama el Mas Grande –
y aun así – aquí está
otra vez la chispa divina
en el hombre - yo
lloro cuando pienso
que probablemente
no recibas las primeras
noticias de mi hasta
el sábado – por mucho que tu
me ames – yo te amo
hasta mas profundamente pero –
nunca te escondas de
Pagina 7del universo
qué soy yo y que es
El – a Quien uno
llama el Mas Grande –
y aun así – aquí está
otra vez la chispa divina
en el hombre - yo
lloro cuando pienso
que probablemente
no recibas las primeras
noticias de mi hasta
el sábado – por mucho que tu
me ames – yo te amo
hasta mas profundamente pero –
nunca te escondas de
mi – buenas noches - como
estoy tomando los baños debo irme a
dormir (tachado: o ir con)
(tachado: ir a
tan cerca! tan lejos! no es
nuestro amor un verdadero
edificio celestial –
pero también firme, como
el firmamento –
estoy tomando los baños debo irme a
dormir (tachado: o ir con)
(tachado: ir a
tan cerca! tan lejos! no es
nuestro amor un verdadero
edificio celestial –
pero también firme, como
el firmamento –
Buenos días el 7 de Julio -
mientras estoy aun en la cama mis pensamientos
se lanzan a si mismos hacia ti mi
eternamente amada
de a ratos alegres y
entonces otra vez tristes.
esperando al destino.
si este nos otorgará una resolución favorable -
yo puedo solo vivir ya sea
totalmente contigo o no viviré
Pagina 8mientras estoy aun en la cama mis pensamientos
se lanzan a si mismos hacia ti mi
eternamente amada
de a ratos alegres y
entonces otra vez tristes.
esperando al destino.
si este nos otorgará una resolución favorable -
yo puedo solo vivir ya sea
totalmente contigo o no viviré
Si he resuelto
vagar si rumbo
en la distancia, hasta que
Pueda volar a tus brazos
y pueda considerarme
enteramente en casa contigo
y pueda enviar mi alma
abrazada por ti
al reino del espíritu
si, infortunadamente así debe ser – tu
debes dominarte mas
al conocer mi fidelidad
a ti, nunca puede otra
poseer mi corazón,
nunca, nunca – Oh, Dios porqué
tener que separarse uno mismo ,
de lo que uno ama tanto, y así mi
vida en V (Viena) como es ahora es una
vida miserable - Tu
amor me hace el hombre mas feliz
y el mas infeliz
al mismo tiempo – a mi edad debería
tener cierta estable
regularidad en mi vida - puede
Pagina 9 vagar si rumbo
en la distancia, hasta que
Pueda volar a tus brazos
y pueda considerarme
enteramente en casa contigo
y pueda enviar mi alma
abrazada por ti
al reino del espíritu
si, infortunadamente así debe ser – tu
debes dominarte mas
al conocer mi fidelidad
a ti, nunca puede otra
poseer mi corazón,
nunca, nunca – Oh, Dios porqué
tener que separarse uno mismo ,
de lo que uno ama tanto, y así mi
vida en V (Viena) como es ahora es una
vida miserable - Tu
amor me hace el hombre mas feliz
y el mas infeliz
al mismo tiempo – a mi edad debería
tener cierta estable
regularidad en mi vida - puede
eso existir en nuestra
relación? -- Ángel, ahora mismo
escucho que el correo
va todos los días
y por lo tanto
debo terminar, de modo que tu
recibirás la C (carta) inmediatamente –
permanece calma, solo a través
de la tranquila contemplación de nuestra
existencia podremos
alcanzar nuestro objetivo
de vivir juntos -
sé paciente – ámame -
hoy – ayer -
Que doloroso anhelo de ti
de ti – de ti -
tu – tu mi
Pagina 10relación? -- Ángel, ahora mismo
escucho que el correo
va todos los días
y por lo tanto
debo terminar, de modo que tu
recibirás la C (carta) inmediatamente –
permanece calma, solo a través
de la tranquila contemplación de nuestra
existencia podremos
alcanzar nuestro objetivo
de vivir juntos -
sé paciente – ámame -
hoy – ayer -
Que doloroso anhelo de ti
de ti – de ti -
tu – tu mi
amor – mi
todo – adiós –
oh, continua
amándome – nunca
juzgues mal el mas fiel
corazón de tu
amado
L
todo – adiós –
oh, continua
amándome – nunca
juzgues mal el mas fiel
corazón de tu
amado
L
siempre tuyo
siempre mía
siempre nuestro
siempre mía
siempre nuestro
Autor Ludwig van Beethoven
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