¿Quién te trajo, Señor, del cielo a la tierra sino el amor? ¿Quién te
bajó del seno del Padre al de la madre y te vistió de nuestro barro y te hizo
participante de nuestras miserias, sino el amor? ¿Quién te puso en el establo y
te reclinó en el pesebre y te echó por tierras extrañas, sino el amor? ¿Quién
te hizo traer a cuestas el yugo de nuestra mortalidad por espacio de tantos
años, sino el amor? ¿Quién te hizo sudar y caminar, velar y trasnochar buscando
las ánimas, sino el amor? ¿Quién ató a Sansón de pies y manos y lo trasquiló y
lo despojó de toda su fortaleza y lo hizo escarnio de todos sus enemigos, sino
el amor de Dalila, su esposa? ¿Quién a Tí, nuestro verdadero Señor, ató y
trasquiló y despojó de su virtud y fortaleza y entregó en manos de sus enemigos,
para que te escarneciesen y te escupiesen y burlasen, sino el amor de tu
esposa, la Iglesia, y de cada una de nuestras almas? ¿Quién, finalmente, te
trajo hasta poner en un palo, y estar allí todo de pies y cabeza tan
maltratado, tus manos enclavadas, el costado partido, las venas, y todo,
finalmente despedazado, sino el amor? ¿Quién pudo hacer tal estrago como éste,
sino el amor?
Autor: Fr. Luis de Granada
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