« Les dijo una parábola para mostrarles que hay que orar sin
cesar”
"Todas mis
ansias están en tu presencia" (Sal. 37,10)... Tu deseo, es tu oración; si
tu deseo es continuo, tu oración también es continua. Por eso el apóstol Pablo
dijo: "orar sin cesar" (1Te 5,17). ¿Puede decirlo porque, sin tregua,
doblamos la rodilla, prosternamos nuestro cuerpo, o elevamos las manos hacia
Dios? Si decimos que rezamos sólo en estas condiciones, no creo que pudiéramos
hacerlo sin tregua.
Pero hay otra
oración, interior, que es sin tregua: es el deseo. Aunque te encuentres en cualquier
ocupación, si deseas este descanso del sábado, del que hablamos, rezas sin
cesar. Si no quieres dejar de rogar, no dejes de desear.
¿Tu deseo es
continuo? Entonces tu grito es continuo. Te callarás sólo si dejas de amar
¿Quienes son los que se callaron? Son aquellos sobre los que se dijo: "al
crecer la maldad, la caridad de muchos se enfriará" (Mt 24,12). La caridad
que se enfría, es el corazón que se calla; la caridad que quema, es el corazón
que grita. Si tu caridad subsiste sin cesar, gritas sin cesar; si gritas sin
cesar, es porque deseas siempre; si estás repleto de este deseo, es porque
piensas en el descanso eterno.
Autor: San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del
Norte) y doctor de la Iglesia. Discurso sobre los Salmos, Sal. 37, 14
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