Dios cura nuestras heridas con sus manos, y para tener manos
se hizo hombre
Contemplación, cercanía, abundancia: son las tres palabras
en torno a las cuales el papa Francisco centró su homilía en la misa del martes
en la mañana en la Casa Santa Marta. El papa reiteró que no se puede entender a
Dios sólo con la inteligencia, y subrayó que "el propósito de Dios"
es "inmiscuirse" en nuestra vida para sanar nuestras heridas, tal
como lo hizo Jesús.
Para entrar en el misterio de Dios no basta la inteligencia,
sino que sirven "la contemplación, la cercanía y la abundancia", lo
que ha tomado de la primera lectura de hoy: un pasaje de la carta de san Pablo
a los Romanos. La Iglesia, ha dicho: "cuando quiere decirnos algo"
sobre el misterio de Dios, "solamente utiliza una palabra:
maravillosamente". Este misterio, prosiguió, es "un misterio
maravilloso":
"Contemplar el misterio, esto que Pablo nos dice aquí,
sobre nuestra salvación, sobre nuestra redención, solo se entiende de rodillas,
en la contemplación. No solo con la inteligencia. Cuando la inteligencia quiere
explicar un misterio, siempre, ¡siempre! enloquece. Y así sucedió en la
historia de la Iglesia. La contemplación: inteligencia, corazón, de rodillas,
rezando... todo junto, entrar en el misterio. Esa es la primera palabra que tal
vez nos ayude".
La segunda palabra que nos ayudará a entrar en el misterio,
dijo, es "cercanía". "Un hombre pecó --recordó-- y un hombre nos
salvó". "¡Es el Dios que está cerca!" Y, continuó, "cerca
de nosotros, de nuestra historia". Desde el primer momento, añadió,
"cuando eligió a nuestro padre Abraham, caminó con su pueblo". Y esto
también se ve con Jesús “que hace un trabajo de artesano, de trabajador".
"A mí, la imagen que me viene es aquella de la
enfermera en un hospital: cura las heridas, una por una, pero con sus manos.
Dios se involucra, se mete en nuestras miserias, se acerca a nuestras heridas y
las cura con sus manos, y para tener manos se hizo hombre. Es un trabajo de
Jesús, personal. Un hombre trajo el pecado, un hombre viene a sanarlo.
Cercanía. Dios no nos salva solo por un decreto o una ley; nos salva con
ternura, con caricias, nos salva con su vida, por nosotros".
La tercera palabra, continuó Francisco, es
"abundancia". "Donde abundó el pecado, sobreabundó la
gracia". "Cada uno de nosotros --observó-- conoce sus miserias, las
conoce bien. ¡Y abundan!" Pero, advirtió, "el desafío de Dios es
vencer esto, sanar las heridas", como lo hizo Jesús. Más aún: "hacer
aquel don sobreabundante de su amor, de su gracia". Y así, advirtió el
papa Francisco, "se entiende aquella preferencia de Jesús por los
pecadores".
"En el corazón de este pueblo abundaba el pecado. Pero
Él vino a ellos con la sobreabundancia de la gracia y el amor. La gracia de
Dios siempre gana, porque es Él mismo quien se entrega, se acerca, que nos
acaricia, que nos sana. Y para ello, aunque tal vez a algunos de nosotros no
nos gusta decir esto, pero los que están más cerca del corazón de Jesús son los
más pecadores, porque él va a buscarlos, llama a todos: ‘¡Vengan, vengan!'. Y
cuando le piden una explicación, él dice: ‘Pero los que tienen buena salud no
tienen necesidad del médico; yo he venido para sanar, para salvar'".
"Algunos santos --afirmó-- dicen que uno de los pecados
más feos es la desconfianza: desconfiar de Dios". Pero, se pregunta el
santo padre, "¿cómo podemos desconfiar de un Dios tan cercano, tan bueno,
que prefiere nuestro corazón de pecador?" Este misterio, reiteró, "no
es fácil de entender, no se entiende bien, con la inteligencia". Solamente
quizás nos ayuden estas tres palabras: la contemplación, la proximidad y la
abundancia. Es un Dios, concluyó el papa, "que siempre gana con la
superabundancia de su gracia, con su ternura, con la riqueza de su
misericordia".
Autor: S.S. Francisco Traducido y adaptado por José A.
Varela del texto en italiano de Radio Vaticana.
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