Bienaventurado aquel a quien la
Verdad por sí misma enseña, no por figuras y voces que se pasan, sino así como
es. Nuestra estimación y nuestro sentimiento a menudo nos engañan y conocen
poco. ¿Qué aprovecha la gran curiosidad de saber cosas oscuras y ocultas, pues
que del no saberlas no seremos en el día del juicio reprendidos?
Gran locura es que, dejadas las
cosas útiles y necesarias, entendemos con gusto en las curiosas y dañosas.
Verdaderamente, teniendo ojos, no vemos. ¿Qué se nos da de los géneros y
especies de los lógicos. Aquel a quien habla el Verbo Eterno, de muchas opiniones
se desembaraza. De este Verbo salen todas las cosas, y todas predican este Uno,
y éste es el Principio que nos habla ( Je., 8, 25). Ninguno entiende o juzga
sin él rectamente. Aquel a. quien todas las cosas le fueren uno, y las trajere
a uno, y las viere en uno, podrá ser estable y firme de corazón y permanecer
pacífico en Dios. ¡Oh Dios, que eres la Verdad! Hazme permanecer uno contigo en
caridad perpetua. Enójame muchas veces leer y oír muchas cosas; en Ti está todo
lo que quiero y deseo. Callen todos los doctores; callen las criaturas en tu
presencia: háblame Tú solo.
Cuanto alguno fuere más unido
contigo, y más sencillo en su corazón, tanto más y mayores cosas entiende sin
trabajo, porque de arriba recibe la luz de la inteligencia. El espíritu puro,
sencillo y constante no se distrae, aunque entienda en muchas cosas, porque
todo lo hace a honra de Dios; y esfuérzase en estar desocupado en sí de toda curiosidad.
¿Quién más te impide y molesta que la afición de tu corazón no mortificada?
El hombre bueno y devoto, primero
ordena dentro de sí las obras que debe hacer de fuera. Y ellas no le llevan a
deseos de inclinación viciosa; mas él las trae al albedrío de la recta razón.
¿Quién tiene mayor combate que el que se esfuerza a vencerse a sí mismo Y esto
debería ser nuestro negocio: querer vencerse a sí mismo, y cada día hacerse más
fuerte y aprovechar en mejorarse.
Toda la perfección de esta vida
tiene consigo cierta imperfección; y toda nuestra especulación no carece de
alguna oscuridad El humilde conocimiento de ti mismo es más cierto camino para
Dios que escudriñar la profundidad de la ciencia. No es de culpar la ciencia,
ni cualquier otro conocimiento de lo que, en sí considerado, es bueno y
ordenado por Dios; mas siempre se ha de anteponer la buena conciencia y la vida
virtuosa. Pero porque muchos estudian más para, saber que para bien vivir, por
eso yerran muchas veces, y poco o ningún fruto hacen.
Si tanta, diligencia pusiesen en
desarraigar los vicios y sembrar las virtudes como en mover cuestiones, no se
harían tantos males y escándalos en el pueblo, ni habría tanta. disolución en
los monasterios; Ciertamente, en el día del Juicio no nos preguntarán qué
leímos, sino qué hicimos; ni cuán bien hablamos, sino cuán religiosamente vivimos.
Dime: ¿dónde están ahora todos aquellos señores y maestros que tú conociste
cuando vivían y florecían en los estudios? Ya poseen otros sus rentas, y por
ventura no hay quien de ellos se acuerde. En su vida parecían algo; ya no hay
de ellos memoria.
¡Oh, cuán presto se pasa la
gloria del mundo! Pluguiera a Dios que su vida concordara con su ciencia, y
entonces hubieran estudiado y leído bien. ¡Cuántos perecen en este siglo por su
vana ciencia, que cuidan poco del servicio de Dios! Y porque eligen ser más
grandes que humildes, por eso se hacen vanos en sus pensamientos.
Verdaderamente es grande el que
tiene gran caridad. Verdaderamente es grande el que se tiene por pequeño y
tiene en nada la más encumbrada honra. Verdaderamente es prudente el que todo
lo terreno tiene por estiércol l (Phil., 3, 8) para ganar a Cristo. Y verdaderamente
es sabio el que hace la voluntad de Dios y deja la suya.
Autor: Tomas de Kempis
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