Voz del alma ofreciéndose a Dios: "soy una huérfana sin
madre, soy indigente y pobre. Fuera de Jesús, no tengo ningún consuelo; sólo él
puede satisfacer la sed de mi alma. Él es el amigo preferido y único de mi
corazón, Él 'el Rey de reyes y Señor de los señores' (Ap 19,16)… Mi cuerpo y mi
alma están en su mano; que haga de mi lo que su bondad desee.
¿Quién me regalará
hacerme un ser según su corazón, con el fin de que en mí encuentre lo que
desea, según la excelencia de su bondad? Sólo esto sería capaz de regocijarme y
consolarme. "Por gracia, Jesús, único amado de mi corazón, amado por
encima de todo lo que jamás ha sido amado: el deseo de mi corazón languidece y
suspira por ti, tú el día primaveral lleno de vida y de flores. Haz llegar este
día en el que me uniré tan estrechamente a ti, que, tú el Sol verdadero, harás
nacer las flores y las frutas de mi progreso espiritual. 'Te aguardo con una
gran esperanza ' (Sal. 39,2)… Por gracia, amigo, mi amigo, cumplidos
efectivamente tu deseo y el mío."
Voz de Cristo:
" en mi Espíritu Santo te tomaré por esposa; te ataré a mí por una unión
inseparable. Te sentarás a mi mesa y te envolveré con la ternura de mi amor. Te
vestiré de la nobleza púrpura de mi preciosa sangre; te coronaré con el oro
puro de mi muerte. Yo mismo colmaré tu deseo, y así te haré feliz para la
eternidad."
Autor: Santa Gertrudis de Helfta (1256-1301), monja
benedictina. Los Ejercicos, n°3 ; SC 127 (trad. SC p. 97 rev.)
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