La Iglesia, dejando los agitados desórdenes de la vida presente, se
dirige a la soledad, en la que encuentra su lugar. ¿Y cual es esa
soledad sino los corazones de los elegidos, pacíficos y lejos del
tumulto de los deseos terrenos? En efecto, los santos varones se hacen
desiertos de quietud para tener adonde huir... Sólo desean la patria
eterna. Y como no aman nada en este mundo, gozan de una gran
tranquilidad espiritual. En esta soledad encuentran un lugar en el que,
huyendo, se salven, pues en lo escondido de la mente encuentran a Dios
los que le buscan.
Autor: Ambrosio Autperto, In Apocalypsim 6
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