martes, 9 de diciembre de 2014

Examen de conciencia





El examen de conciencia consiste en recuperar cómo me fue en el día. No es un momento para juzgar mis actos, sino para tomar conciencia de ellos. El examen puede hacerse mentalmente, pero mucho ayuda hacerlo por escrito. Se recomienda hacerse diario, o por lo menos una vez a la semana, al final de la noche. Los pasos para realizar el examen de conciencia, recomendados por San Ignacio, son los siguientes:

a) Pedir luz y gracia para descubrir a Dios en lo vivido
Sereno mi corazón para compartir lo vivido con un Amigo muy especial. Pido luz para conocer las señales y la acción de Dios en este día. Recuerdo que Jesús dejó su Espíritu para llevar a la creación a su plenitud, y restaurarla al modo del Creador.

b) Agradecer los dones del día
Hago un repaso de lo vivido en el día: actividades, experiencias, encuentros, trabajos, etc. Le doy gracias por todo lo vivido y pienso en qué momentos sentí una mayor cercanía con Jesús. Por lo experimentado internamente es como me puedo dar cuenta de esta cercanía: esperanza, entrega, gratitud, servicio, libertad, etc. Estos movimientos internos vienen acompañados de invitaciones, trata de ubicarlas y agradecerlas.

c) Reconocer fallas (lo que sentí, lo que hice, lo que pensé)
Pienso en los descuidos que no permitieron obtener mayores frutos en el día. Reconozco si hubo alguna insensibilidad ante las necesidades que encontré en el camino. Asumo las fallas en la construcción de la fraternidad y la justicia con los hermanos.

d) Si hubo fallas graves, hacer una oración de perdón
Pido perdón a quienes hoy ofendí. Doy mi perdón a quienes me lastimaron. Me doy a mí mismo el perdón que Jesús me regala.

e) Hacer un propósito para cumplir con su gracia
Si hubo falla grave, veo la manera de corregirla para el día de mañana. Renuevo mi amistad y mi deseo de amar y servir: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo”. Le pido la bendición a María.



lunes, 8 de diciembre de 2014

¿Cómo nació la fiesta de la Inmaculada Concepción?



En la Constitución Ineffabilis Deus de 8 de Diciembre de 1854, Pío IX pronunció y definió que la Santísima Virgen María "en el primer instante de su concepción, por singular privilegio y gracia concedidos por Dios, en vista de los méritos de Jesucristo, el Salvador del linaje humano, fue preservada de toda mancha de pecado original". De esta manera proclamaba como dogma de fe de forma definitiva lo que la tradición popular había sostenido desde los comienzos de la Iglesia. 



1. La Sagrada Escritura En la Sagrada Escritura encontramos algunas referencias (aunque no directas) a la Virgen. El primer pasaje escriturístico que contiene la promesa de la redención menciona también a la Madre del Redentor: “Yo pondré enemistad entre ti y la mujer y su estirpe; ella aplastará tu cabeza cuando tú aceches para morderle su talón” (Génesis 3:15).

Por otra parte en el evangelio de san Lucas, el saludo del ángel Gabriel (Cfr. Lucas 1:28) “Dios te salve, llena de gracia”, chaire kecharitomene, indica una alabanza a la abundancia de gracia, un sobrenatural estado del alma agradable a Dios, que encuentra explicación sólo en la Inmaculada Concepción de María.

También se han visto referencias a la Virgen María en el libro de los Proverbios, el Eclesiático y el Cantar de los Cantares (Cfr. Cant. 4:7).


2. Los Padres de la Iglesia Respecto de la impecabilidad de María, los antiguos Padres son muy cautelosos, aunque insisten en dos puntos sobre todo: laabsoluta pureza de María y su posición como segunda Eva (Cfr. 1 Cor 15:22).

Esta celebrada comparación entre Eva, por algún tiempo inmaculada e incorrupta -no sujeta al pecado original- y la Santísima Virgen es desarrollada por varios Padres de la Iglesia: san Justino, san Ireneo de Lyon, Tertuliano, San Cirilo de Jerusalén y Sedulio entre otros. Los escritos patrísticos sobre la absoluta pureza de María son muy abundantes:


Orígenes la llama "digna de Dios, inmaculada del inmaculado, la más completa santidad, perfecta justicia, ni engañada por la persuasión de la serpiente, ni infectada con su venenoso aliento.

San Ambrosio dice que "es incorrupta, una virgen inmune por la gracia de toda mancha de pecado".

San Agustín declara que todos los justos han conocido verdaderamente el pecado "excepto la Santa Virgen María, de quien, por el honor del Señor, yo no pondría en cuestión nada en lo que concierne al pecado".

Los Padres sirios nunca se cansaron de ensalzar la impecabilidad de María. San Efrén describe la excelencia de la gracia y santidad de María: "La Santísima Señora, Madre de Dios, la única pura en alma y cuerpo, la única que excede toda perfección de pureza, única morada de todas las gracias del más Santo Espíritu [..], mi Señora santísima, purísima, sin corrupción, la solamente inmaculada".




3. El origen de la fiesta La antigua fiesta de la Concepción de María (Concepción de Santa Ana), que tuvo su origen en los monasterios de Palestina a final del siglo VII, y la moderna fiesta de la Inmaculada Concepción no son idénticas en su origen, aunque la fiesta de la Concepción de Santa Ana se convirtió con el paso del tiempo en la de la Inmaculada Concepción. Para determinar el origen de esta fiesta debemos tener en cuenta los documentos genuinos que poseemos. El más antiguo es elcanon de la fiesta, compuesto por san Andrés de Creta, quien escribió su himno litúrgico en la segunda mitad del siglo VII.


En la Iglesia oriental la solemnidad emergió de comunidades monásticas, entró en las catedrales, fue glorificada por los predicadores y poetas, y eventualmente fue fijada fiesta en el calendario de Basilio II, con la aprobación de la Iglesia y del Estado.

En la Iglesia occidental la fiesta aparece cuando en el oriente su desarrollo se había detenido. El tímido comienzo de la nueva fiesta en algunos monasterios anglosajones en el siglo XI, en parte ahogada por la conquista de los normandos, vino seguido de su recepción en algunos cabildos y diócesis del clero anglo-normando.


El definitivo y fiable conocimiento de la fiesta en Occidente vino desde Inglaterra; se encuentra en el calendario de Old Minster, Winchester, datado hacia el año 1030, y en otro calendario de New Minster, Winchester, escrito entre 1035 y 1056. Esto demuestra que la fiesta era reconocida por la autoridad y observada por los monjes sajones con considerable solemnidad. Después de la invasión normanda en 1066, el recién llegado clero normando abolió la fiesta en algunos monasterios de Inglaterra donde había sido establecida por los monjes anglosajones. Pero hacia fines del siglo XI, a través de los esfuerzos de Anselmo el Joven, fue retomada en numerosos establecimientos anglo-normandos.

Durante la Edad Media la fiesta de la Concepción de María fue comúnmente llamada la Fiesta de la nación normanda, lo cual manifiesta que era celebrada en Normandía con gran esplendor y que se extendió por toda la Europa occidental. Por un Decreto de 28 de Febrero de 1476, Sixto IV adoptó por fin la fiesta para toda la Iglesia latina y otorgó una indulgencia a todos cuantos asistieran a los Oficios Divinos de la solemnidad.


Para poner fin a toda ulterior cavilación, Alejandro VII promulgó el 8 de Diciembre de 1661 la famosa constitución Sollicitudo omnium Ecclesiarum en la que declaró que la inmunidad de María del pecado original en el primer momento de la creación de su alma y su infusión en el cuerpo eran objeto de fe. Desde el tiempo de Alejandro VII hasta antes de la definición final, no hubo dudas por parte de los teólogos de que el privilegio estaba entre las verdades reveladas por Dios. Finalmente Pío IX, rodeado por una espléndida multitud de cardenales y obispos, promulgó el dogma el 8 de Diciembre de 1854.


Autor: Pbro. Cristian Hernan Andrade

sábado, 6 de diciembre de 2014

El misterio de Adviento




“El misterio de Adviento es un misterio de vaciamiento, de pobreza, de limitación. Debe ser así. De otro modo no podría ser un misterio de esperanza. El misterio de Adviento es un misterio de comienzo: pero también es el misterio de un fin. La plenitud del tiempo es el final de todo lo que todavía estaba incompleto, todo lo que todavía era parcial. Es el cumplimiento en unidad de todo lo que era fragmentario.

El misterio de Adviento en nuestras vidas es el comienzo del fin de todo lo que en nosotros no es todavía Cristo. Es el comienzo del fin de la irrealidad”.

“Adviento, para nosotros, significa aceptación de ese comienzo totalmente nuevo. Significa una disposición para hacer que la eternidad y el tiempo se encuentren no sólo en Cristo sino en nosotros, en el Hombre, en nuestra vida, en nuestro mundo, en nuestro tiempo. Si hemos de entrar en el comienzo de lo nuevo, debemos aceptar la muerte de lo viejo. El comienzo, pues, es el fin. Hemos de aceptar el fin, antes de poder empezar. O más bien, para ser más fieles a la complejidad de la vida, hemos de aceptar el final en el comienzo, ambos juntos".

Autor: Thomas Merton

viernes, 5 de diciembre de 2014

Adviento


Introducción
Adviento es el tiempo litúrgico de preparación para la Navidad. Sus orígenes son muy inciertos. Según algunos autores, parece que el Adviento en la liturgia romana se remonta al siglo IV, aunque según nuestra opinión , esto es muy poco probable. En otros lugares, como en España, parece que estaba unido a la preparación de los catecúmenos que habían de recibir el Bautismo en la solemnidad de la Epifanía.
En el siglo V hallamos las oraciones preparatorias para la fiesta de Navidad en el Rótulus de Rávena, que, se cree estuvo inspirado en los escritos de San Pedro Crisólogo. Es dato cierto que en el siglo VI el Adviento tenía la misma estructura que la nuestra actual, con cuatro semanas antes de Navidad, aunque la cuarta es incompleta según los años. Los días del 17 al 24 se celebran con especialísima importancia; el día 17 comienzan en Vísperas, como antífonas para el Magníficat, las llamadas «antífonas mayores» o «antífonas ¡O!», pues todas comienzan por esa exclamación latina. Tendremos ocasión de exponerlo en esos días.


Tres grandes figuras destacan en el Adviento: el profeta Isaías, San Juan Bautista y la Virgen María.
El Adviento encierra un rico contenido teológico y considera el misterio de la venida del Mesías y de su infancia. Más tarde se ha añadido el Bautismo de Cristo, como conclusión del Tiempo de Navidad. Tiene también el Adviento un gran sentido escatológico. De la espera de la primera venida del Señor se va a la espera de su segunda venida al fin de los tiempos. Los textos litúrgicos hacen alusión a las dos venidas.
San Bernardo habla de un Adviento triple. Entre la venida de Cristo en la encarnación, y su venida para el juicio final, se da ahora su venida al cristiano por la inhabitación. Este adviento presente «es oculto y espiritual, y de él habla el Señor cuando dice: “si alguno me ama, guardará mi palabra, mi Padre le amará, vendremos a él y en él haremos morada” (Jn 14,23) (Sermón Adviento III,4). «Esfuércese [el hombre] al menos... levantándose algo en obsequio del Señor que viene. No tendrás que atravesar mares o penetrar las nubes... Pero dentro de ti mismo habrás de salir al encuentro del Señor con la compunción del corazón y la confesión de tu boca, para que al menos salgas del muladar de tu miserable conciencia, pues no sería digno que allí entrara el Autor de la pureza» (Sermón Adviento I,10).



Con la liturgia de Adviento la comunidad cristiana está llamada a acentuar determinadas actitudes esenciales a la expresión evangélica de la vida: la vigilante y gozosa espera, la esperanza y la conversión.
Es lamentable que la sociedad de consumo intente con sus propagandas en estos días eclipsar el verdadero espíritu litúrgico del Adviento. Que el gozo espiritual se manifieste también en cosas externas y materiales no está reñido con el sentido litúrgico de este tiempo; pero sí lo está con el desbordamiento que esto tiene en nuestros días. Ya el mismo San Bernardo se lamentaba de las celebraciones mundanas del adviento:

«Los mundanos, aunque también celebran este recuerdo [de la venida de Cristo], no se conmueven con él interiormente. Y lo que todavía es peor, el mismo recuerdo de esta inestimable dignación de Dios se vuelve para ellos ocasión de delicias carnales, pues estos días los verás preparar con toda solicitud el lujo de los vestidos y de los alimentos, como si Cristo en su nacimiento pidiera semejantes cosas... Oye lo que Él mismo te dice: “¿para qué preparas con tantas ansias vestidos para mi nacimiento? Detesto la soberbia, no la amo. ¿A qué fin viene que procures con tanto cuidado las opíparas mesas de este tiempo? No me agradan las delicias del cuerpo, no las apruebo... No me reverencias sino con tu vientre”» (Sermón Adviento I,10).


En este Adviento preparemos, pues, ante todo nuestros corazones para recibir al Señor, que quiere venir a nosotros y entrar más adentro de nuestras vidas. Limpiemos la casa de nuestra conciencia con el sacramento de la penitencia. Acrecentemos estas semanas la oración, la limosna, las buenas obras y sobre todo el deseo del Salvador, que ya viene, y que nos trae nuevas luces y gracias.

jueves, 4 de diciembre de 2014

Carta de Jesús para ti: Desde mi cruz a tu soledad



Carta de Jesús para ti:

Desde mi cruz a tu soledad A tí, que no siempre crees que estoy contigo, que me buscas sin hallarme y a veces pierdes la fe en encontrarme Oleada Joven Escribo desde mi cruz a tu soledad, a tí, que tantas veces me miraste sin verme y me oíste sin escucharme. A tí, que tantas veces prometiste seguirme de cerca y sin saber por qué te distanciaste de las huellas que dejé en el mundo para que no te perdieras. A tí, que no siempre crees que estoy contigo, que me buscas sin hallarme y a veces pierdes la fe en encontrarme; a tí, que a veces piensas que soy un recuerdo y no comprendes que estoy vivo. Yo soy el principio y el fin, soy el camino para no desviarte, la verdad para que no te equivoques y la vida para no morir. Mi tema preferido es el amor, que fue mi razón para vivir y para morir. Yo fui libre hasta el fin, tuve un ideal claro y lo defendí con mi sangre para salvarte. Fui maestro y servidor, soy sensible a la amistad y hace tiempo que espero que me regales la tuya. Nadie como yo conoce tu alma, tus pensamientos, tu proceder, y sé muy bien lo que vales. Sé que quizás tu vida te parezca pobre a los ojos del mundo, pero Yo sé que tienes mucho para dar, y estoy seguro que dentro de tu corazón hay un tesoro escondido; conócete a tí mismo y me harás un lugar a mí. ¡Si supieras cuánto hace que golpeo las puertas de tu corazón y no recibo respuesta! A veces también me duele que me ignores y me condenes como Pilatos, otras, que me niegues como Pedro y que otras tantas me traiciones como Judas. Hoy te pido que te unas a mi dolor, que lleves tu pequeña cruz junto a la mía, te pido paciencia y perdón para tus enemigos, amor para tu pareja, responsabilidad para con tus hijos, tolerancia para los ancianos, comprensión para todos tus hermanos, compasión para el que sufre, servicio para todos, así lo he vivido Yo, y así te lo he enseñado. Quisiera no volver a verte egoísta, orgulloso, rebelde, disconforme, pesimista. Desearía que tu vida fuera alegre, siempre joven y cristiana. Cada vez que aflojes, búscame y me encontrarás; cada vez que te sientas cansado, háblame, cuéntame. Cada vez que creas que no sirves para nada, no te deprimas, no te creas poca cosa, no olvides que yo necesité de un asno para entrar en Jerusalén y necesito de tu pequeñez para entrar en el alma de tu prójimo. Cada vez que te sientas solo en el camino, no olvides que estoy contigo. No te canses de pedirme, que yo no me cansaré de darte, no te canses de seguirme, que yo no me cansaré de acompañarte, nunca te dejaré solo.

Artículo originalmente publicado por Oleada Joven

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Siempre




Comulgen siempre que les sea posible; visiten con frecuencia a Cristo, el verdadero Amigo y fiel confidente que les espera en el Sagrario de día y de noche. No dejen pasar, por pereza o por abandono, esas ocasiones maravillosas de encontrarse con Cristo

Regnum Christi: Cristo al centro, n. 844

jueves, 13 de noviembre de 2014

¿Puede un sacerdote violar el secreto de la confesión para salvar la vida a alguien?


Alrededor de 200 confesores han participado a un convenio realizado del 12 al 13 de noviembre 2014 en el Palazzo della Cancelleria de Roma, organizado por la Penitenciaría Apostólica sobre el ‘secreto de la confesión y la privacidad pastoral’. Para la ocasión, Aleteia ha entrevistado al Cardenal, Mauro Piacenza, Penitenciario Mayor del Vaticano. 

El cardenal, Piacenza ha confirmado que dichos temas son actuales en una sociedad mediática y ante la necesidad de proteger la privacidad de las personas que se acercan a la Iglesia. La privacidad como “gesto delicado para proteger las almas” delante a la moda de saber todo de las personas visitando online simplemente su perfil en un social network.  





La privacidad como valor 

En este contexto, el alto prelado advierte sobre una ‘excesiva exposición mediática’ que amenaza las personas y sus valores. En la Iglesia, ”es importante la privacidad”. “La persona debe tener un ámbito o un lugar donde pueda ser ella misma y no lo que se espera que sea”. Por ello, “son grandes los “efectos” que queremos proteger con “la privacidad y la confidencialidad” para “preservar la fama, la reputación o los derechos del individuo y de los grupos” constató.

“La tarea fundamental del sacerdote es la de defender y preservar la intimidad de la persona como espacio vital para proteger su personalidad, además de sus sentimientos”.  Así indicó el cardenal Piacenza que, en el caso específico del párroco- por citar un caso concreto-  “él presta un servicio de asistencia materia y espiritual” y está obligado a defender la “intimidad” de las personas que visitan la parroquia o la la Iglesia. 

En este sentido, explicó que la “finalidad del secreto, tanto sacramental, como extra sacramental” es defender “la intimidad de la persona, que consiste en proteger la presencia de Dios dentro de cada hombre”. Y cita San Agustín para sostener el alto valor de la intimidad: “Dios es superior summo meo et interior intimo meo ("Dios está por encima de lo más alto que hay en mí y está en lo más hondo de mi intimidad”. 
 
Y advierte el cardenal que para la Iglesia quien viola “la intimidad de la persona” hace un “acto de injusticia” que además contradice la “religiosidad”. En este sentido, confirma que el Convenio responde a esta necesidad de diálogo con el mundo actual. 





El secreto de la confesión

- ¿Existen excepciones en el secreto confesional? 

No. El secreto es absoluto e inviolable. Yo estoy obligado a mantener la confidencialidad sobre todo lo que se me diga. El penitente no habla al sacerdote como un hombre, sino habla a Dios. El confesor, ni siquiera sabe lo que ha sentido, porque como hombre no sabe lo que ha escuchado.

Lo que se dice en la confesión está dirigido al Buen Pastor. Según la doctrina clásica está prohibido al confesor de cultivar algún recuerdo. Si, en algún momento le viene debe desecharlo, como lo haría con cualquier otro pensamiento ilícito o malo.

- ¿Qué consecuencias recaen a nivel de derecho canónico sobre el sacerdote que viola el secreto de la confesión?

La excomunión. Una pena gravísima. Es traicionar el coloquio que la persona tiene con Dios. Existe una violación directa o indirecta. En este último caso, es como si el sacerdote hiciera alusión a otras personas sobre algo dicho por la persona en confesión.

- ¿Existen sacerdotes que han perdido la vida por mantener el secreto de la confesión? 

En los regímenes totalitarios y con la complicidad de algunas legislaciones se ha querido violar a la fuerza el secreto confesional para saber cosas de otras personas. En varios regímenes ha sucedido y en esos casos, los sacerdotes han sido verdaderos mártires de la fe. 


Por ejemplo  san Juan Nepomuceno sufrió el martirio antes de ceder a las presiones del Rey de Bohemia quien quería saber si la reina lo había traicionado. San Nepomuceno era el confesor de la Reina. 

Por lo tanto, la ley de un país no puede obligar un sacerdote a violar el secreto de la confesión…

Si la ley dice que el confesor debe denunciar a una persona que se ha venido a confesar de un delito, evidentemente el sacerdote no lo puede hacer. 

- La Corte Suprema de Louisiana, EEUU ordenó en julio 2014 a un sacerdote testificar rompiendo el secreto de confesión. Ante tal pedido, la Diócesis de Baton Rouge aseguró que esta demanda es inconstitucional y ataca la doctrina de la Iglesia. ¿Como comenta este caso? 

Los deberes de la propia misión no pueden ser violados de ninguna manera. Se trata de un deber más grave de lo que es el secreto profesional. La diócesis ha respondido bien.

- ¿Cuál es la posición de la Santa Sede cuando el secreto de la confesión es amenazado por las leyes de un Estado? 

La Santa Sede trata de no inferir en las decisiones de los países y en sus políticas. Respetando la libertad, no el arbitrio de las leyes de los países, sino la libertad verdadera. La fe es un acto libre. La Iglesia debe reivindicar la libertad de culto, de la evangelización, del sacramento y de la confesión. Si el Estado no respetara esto, la Iglesia se hace mártir. 

- ¿Puede un sacerdote violar el secreto de la confesión para salvar la vida a otra persona condenada injustamente?

No. La Iglesia defiende la vida hasta el final y siempre. Vive dentro de sí estos valores. El confesor debe asumir el martirio dentro de sí. Puede hacer todo lo posible para salvar la vida a través de la oración, la penitencia, el testimonio. Sin embargo, no podrá jamas hablar para decir que esa persona es el asesino. Esto jamás lo podrá decir. 


Autor: Ary Waldir Ramos Díaz; en Aleteia.org desde Roma