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La Navidad no está en el supermercado, ni en las tiendas
de regalo.
Allí se encuentran miles de objetos, de cosas... pero no a Él.
En este tiempo cualquier tienda por necesidad tiene que estar adornada de
motivos navideños y debe vender cualquier cosa que tenga que ver con la
Navidad. Y todas las familias, sin excepción sienten el compromiso de comprar
algo para adornar a su vez la propia casa: un árbol, un nacimiento, foquitos,
estrellas, coronas etc.
El peligro de llenarse de objetos navideños y olvidad la Navidad es muy común.
Hasta se puede brindar y gritar Feliz navidad y mantenerse por dentro bien
triste. En la primera Navidad no había cosas, sólo estaba Jesús. En nuestras
navidades hay infinidad de cosas, ojalá también esté Jesús. De lo contrario
celebramos a un personaje famoso y el personaje no está invitado a nuestra
fiesta.
Yo no estoy en contra de todo el folklore que se utiliza en estas fiestas.
Personalmente disfruto viendo las casas adornadas, las calles iluminadas, los
nacimientos, los arbolitos, Todo es bienvenido, pero con la condición de que
Jesús, María y José estén invitados. Podría faltar el buey y el burro, pero no
pueden faltar los tres personajes principales, sobre todo Jesús.
La Navidad está en una cueva de animales.
La Navidad se encuentra junto a dos personas muy humildes:
José y María.
La Navidad está en un pesebre,
Sobre unas pajas.
La Navidad es el Niño Jesús.
Si es verdad lo que santa Teresa decía, que quien tiene a Dios nada le falta,
sólo Dios basta, en el primer portal estaba Dios, por lo tanto nada falta. Pero
en mucho hogares hoy están todas las cosas necesarias para el goce de los
sentidos, para el disfrute del cuerpo, no falta ni él árbol, ni los regálalos,
las tarjetas de felicitación, ni el pavo, ni el vino, el turrón. Puede incluso
estar el nacimiento y una de sus piezas de barro o porcelana es el niño Jesús.
Pero en los corazones de los miembros de esa familia puede no estar Dios.
Entonces La navidad de estas personas no es Navidad, sino una caricatura de la
fiesta.
Sabemos si Dios está en un corazón si la persona ama a Dios, vive en gracia y
amistad con Él, si ama a su prójimo, si acepta con docilidad su palabra y sus
mandamientos. Está Dios en un corazón, aunque sea un pecador, si tiene la
capacidad de arrepentirse y pedir perdón.
La Navidad es el Niño Jesús. Hay la costumbre en algunas casas de preparar todo
el nacimiento unos días antes del 24 de diciembre, pero la cunita de la cueva
está vacía, aún no nace Jesús. Podríamos decir que todo ese nacimiento, con
decenas de figuras, con montañas, pastores y animales y ríos y casillos, no
tiene sentido sino hasta que la figura principal, que por cierto es una muy
pequeña, la de Jesús, es colocada en el pesebre. Algo parecido sucede en las
almas. Hasta que Jesús no nace en el corazón de los hombres, no es todavía
navidad, sino sólo una esperanza de la misma. Lo más importante no es
nacimiento de los hogares, aunque es algo hermoso, sino el nacimiento dentro
del corazón donde nace Dios. La cueva donde nacería Jesús no era sino eso, una
cueva sucia y fea, abandonada. Aquel pesebre había servido solamente para
depositar heno y que lo comieran los animales.
Pero el momento en que la Santísima Virgen colocó a su niño en aquel pesebre,
éste se convirtió en el trono de Dios y la cueva en el cielo. Nuestra alma es
una cueva como aquella sucia y fea hasta que Dios la habita. Nuestro pesebre,
nuestro corazón es sólo un lugar para almacenar sentimientos más o menos
buenos. Pero cuando Dios habita en él también nuestro corazón y nuestra alma se
convierten en un cielo. Eso es la Navidad, el cielo en nuestra alma, Jesús en
nuestro corazón.
Veinticuatro de diciembre:
Día de las últimas apresuradas compras,
Para tener todo a punto.
Si los días anteriores a Navidad se suelen ver más o menos llenos los comercios
y tiendas, el día 24 todo el mundo se echa a la calle, sobre todo los que no
han sido previsores y han dejado como de costumbre todo para el final. Recuerdo
haber estado un 24 de Diciembre en Santiago de Chile y haber salido a la ciudad
sólo para ver el gentío y la fiesta. No se podía caminar, te tropezabas con
gente cargando bolsas y más bolsas, entrando y saliendo de las tiendas. Los
vendedores atareadísimos pero felices. Así como al día siguiente hay un gran
silencio alrededor de las tiendas y los supermercados. Lo que se compró y se
compro y lo que no, se quedó sin vender.
Que este día y esta noche
se derrame sobre nuestras familias
la paz que anunciaron los ángeles:
Paz a los hombres que ama el Señor.
Brindemos con nuestro vino y con nuestra comida de Navidad por la venida del
Hijo de Dios. Si algún día tenemos razón para estar felices es el día de Navidad.
Ha llegado la salvación en ese niño Dios, ha venido para todos.
¡Feliz Navidad para todos:
para los buenos y para los menos buenos!
Porque para todos viene Dios,
Ojalá que estos días
nos volvamos hombres de buena voluntad
Que haya más bondad, más sonrisas,
Más amor, más generosidad.
Y no olvidarnos de dar las gracias
Al protagonista de la fiesta, a Jesús.
Una invitación urgente: Así como sacamos a la calle en grandes botes la basura
de la casa y del jardín, en estos días recojamos toda la basura de nuestro
corazón: todos los rencores, todos los desalientos y desesperaciones, todos los
malos sentimientos de envidia, de pereza, de vanidad y arrojémoslos bien lejos
de nosotros. Disfrutemos de un corazón puro y lleno de amor hacia los demás.
Démonos ese regalo y démoselo a Jesús.
Algunos van a necesitar un trailer para tanta basura del corazón. Bien, pidan
un trailer para vaciar lo de tanta miseria y pidan otro para llenarlo de los
regalos que El Niño Dios nos trae del cielo, como es la caridad, la bondad, la
pureza, la confianza….
Cuanto trabajan los carteros en estos días de Navidad!
¡Cuanta felicidad y cuantos buenos deseos
se mandan los hombres unos a otros!
¿Quién no recibe una dos, decenas de tarjetas de Navidad?
Y todas las tarjetas tienen el mismo o parecido texto en los diferentes
idiomas, un texto de felicidad, de amor. Todos son buenos sentimientos y buenos
deseos. Como si de repente fuera verdad aquello de amaos los unos a los otros
como Yo os he amado.
De tanto desear a los demás que lo pasen bien, algo se les pega, y realmente
lo pasan mejor.
Y, así, se cumple una ley muy importante:
Feliz es el que regala felicidad,
el que desea sinceramente ver a los demás felices.
Es cierto que la felicidad se encuentra tratando de hacer felices a los demás.
Decía el psicólogo Adler, discípulo del famoso Freud, que para curar la
tristeza profunda había que hacer durante dos semanas un favor cada día a otra
persona. Si alguno sufre de esta clase de tristeza puede hacer el experimento,
un favor o un acto de bondad cada día a otra persona, durante dos semanas.
Imagínense lo que fue la vida de Cristo, cuando san Pedro la definió así: Pasó
haciendo el bien. No dos semanas ni un acto de bondad cada día, sino toda una
vida y actos de bondad a cada momento. Ese es el Dios Amor. Si ese Dios viene
en Navidad, nuevamente pasará haciendo el bien a todos los hombres y a todas
las familias que le abran la puerta.
Ahora pensemos que Dios viene en la pobreza, como un niño necesitado de cariño
y atenciones. Ahora es el momento de tener caridad con Dios, de hacer con él al
menos un acto de bondad cada uno de esos días. Sería muy triste que le
ofreciéramos como toda mansión una cueva llena de suciedad y telarañas.
Ofrezcámosle el calor de nuestro corazón, la amistad más entrañable a nuestro
mejor Amigo.
Yo quisiera desde aquí
Enviar mi mejor deseo de feliz navidad
A los que no reciben una tarjeta,
A los que pasan la Navidad tras las rejas o en soledad…
O en una cama de hospital.
Dios irá también al hospital,
A la cárcel, a los caminos solitarios
Dios viene para todos. No te sientas excluido. A un ladrón que le pidió
*Acuérdate de mí, cuando estés en tu Reino*, le respondió: Hoy estarás conmigo
en el paraíso. Si te sientes pecador, recuerda que El dirá cuando sea adulto:
Hay más alegría por un pecador que se convierte que por noventa y nueve que no
necesitan convertirse.
Indudablemente que los que más pueden alegrar en esta Navidad a Dios son los
que se arrepienten de su mala vida y se convierten a Él. Si alguna vez lo piensas
hacer, ¿por qué no ahora? Y si dices que ahora no, ¿por qué dices que más
adelante? ¿Tendrás tiempo, tendrás deseos de hacerlo? Es mejor enfrentar a Dios
como niño que enfrentarlo como Juez. El tribunal de la misericordia es mejor
que el tribunal de la justicia. Jesús viene es esta Navidad no como juez sino
como Salvador, viene como Misericordia hecha carne de niño.
Dios se sabe el nombre de todos los infelices…
Y a todos les quiere dar su paz…
Si le abren la puerta del corazón.
No pide dinero, no pide grandes cosas; pide un poco de humildad y un poco de
amor. ¿Quién no se lo puede dar? ¿Quién no se lo quiere dar? Lo poco que pide
está en grande contraste con lo que nos da. El ciento por uno y la vida eterna.
¿Quién da más? Si Cristo asistiera a una subasta, ganaría todas, porque nadie
se atreve a superar su oferta. Pues en esa subasta estamos. Cristo ofrece el
ciento por uno a todos los que dejan algo por su Reino, además de premiar con
la vida eterna.
Yo creo que los que dan las espaldas a Cristo son más tontos que malos, porque
si creyesen en la oferta, todos se quedarían. Fíjate bien, si estás alejado de
Cristo eres más tonto que malo, aunque seas también malo. Es demasiado lo que
te pierdes, pero eres libre de perderlo y de seguirlo perdiendo. Si has estado
toda una vida alejado de Dios, has perdido demasiado, demasiada paz, alegría,
realización. Pero eres libre de seguir perdiendo demasiado por el resto de tus
días. Tú verás lo que haces. Dios te ama, pero no te obliga, Dios te ofrece el
cielo y la felicidad, pero no a la fuerza. Si quieres…
Hay que decirlo muy alto y muy claro: la mayor desgracia, la peor locura, la
máxima torpeza es perder a Dios y su cielo para siempre. Los que viven
habitualmente en pecado están en esta lista, a menos que tengan tiempo y humor
para arrepentirse y volver a Dios.
Es precisamente el dueño de ese cielo el que lo ha dicho para el que lo quiera
escuchar: ¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma?
Te encuentras por la calle, corriendo a tu derecha e izquierda en la autopista,
en el súper, a miles de gentes que se matan por ganar algunos centavos más y no
mueven un dedo por el cielo, más aún miran con desprecio a los que alaban a
Dios, a los que van a las iglesias, a los que invocan a María. ¿Quién les
convencerá de que están en un grave error?
Los verdaderamente ricos no son los millonarios de dólares, sino los que aman a
Dios, los que escuchan humildemente su palabra, los que tratan con todas sus
fuerzas de cumplir sus mandamientos, los que se esfuerzan sinceramente en vivir
la Navidad. Dios de los ejércitos se disfraza de niño, por eso se le puede
pisar o empujar o despreciar. Pero han de saber todos que ese niño débil,
impotente, que llora y tiene frío es el que ha creado los cielos y la tierra y
todas las riquezas del mundo. Yo prefiero ser amigo de él que de los millones
de dólares.
¡Qué contraste tan brutal ofrecen los santos, que se han despojado de todo, que
han dejado todas las cosas para quedarse con Jesús sólo. Mi Dios y mi todo.
Quien a Dios tiene nada le falta. Solo Dios basta. Sé en quien he creído y
estoy muy tranquilo. Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón estará
insatisfecho hasta que descanse en Ti.
Cristo es mi Dios, mi gran amigo, mi compañero, mi Padre, mi grande y único
amor y la única razón de mi existencia.
Por último quiero recordar aquel soneto verdaderamente inspirado y además tan
verdadero:
No me mueve, mi Dios, para quererte, el cielo que me tienes prometido, ni me
mueve el infierno tan temido, para dejar, por eso, de ofenderte. Tú me mueves,
Señor, muéveme el verte, clavado en una cruz y escarnecido; muéveme ver tu
cuerpo tan herido, muévenme tus afrentas y tu muerte. Muéveme, en fin, tu amor,
y en tal manera que, aunque no hubiera cielo, yo te amara y aunque no hubiera
infierno, te temiera. No me tienes que dar porque te quiera, pues, aunque lo
que espero, no esperara, lo mismo que te quiero, te quisiera.
Cada uno tiene que decir su propia oración a Jesús, o su propio villancico en esta
Navidad. Tú tienes que decirle, como los sanos, en tus propias palabras: Mi
Dios y mi todo. Me quedo contigo.
Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net